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VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS Y AL CLERO DIOCESANO Y REGULAR DE VENEZUELA
CON OCASIÓN DE UN ENCUENTRO VIRTUAL SOBRE EL TEMA:
"NUESTROS PRESBÍTEROS EN LA PANDEMIA: SU VIVENCIA Y EJERCICIO ESPIRITUAL DURANTE ESTE TIEMPO"

[19-20- de enero de 2021]

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Queridos hermanos Obispos y Sacerdotes:

Agradezco al Señor la oportunidad de poder dirigirme a ustedes en este día, en el que comienzan un encuentro de manera virtual. Teniendo en cuenta las dificultades que agobian también a tantos de nuestros hermanos y hermanas en Venezuela y en el mundo entero, esta es una ocasión para compartir, en espíritu de fraternidad ministerial, sus experiencias sacerdotales, sus cansancios, sus incertidumbres, como también sus anhelos y su convicción de llevar adelante la obra de la Iglesia, que es la obra del Señor.

En estos momentos difíciles me viene en mente el pasaje del Evangelio de Marcos (cf. Mc 6,30-31), en los que relata cómo los apóstoles al regresar de la misión, a la que Jesús los había enviado, volvieron a reunirse con Él. Le contaron todo lo que habían hecho, todo lo que habían enseñado. Luego, Jesús los invitó a irse, solos con Él, a un lugar desierto a descansar un poco.

Nuestro ser Pastores de la Iglesia, también en el contexto actual, nos pide actuar de esta manera. No podemos actuar solos, aislados, autosuficientes, con agendas encubiertas. Es indispensable que volvamos siempre a Jesús, que nos reunamos en fraternidad sacramental, para contarle y contarnos entre nosotros «todo lo que hemos hecho y enseñado», con la convicción de que no es obra nuestra sino de Dios. Él es quien nos salva, nosotros sólo somos instrumentos en sus manos.

Esta asamblea, que se está llevando a cabo virtualmente a causa de la pandemia del Covid-19, tiene como objetivo permitir el encuentro de quienes han recibido la misión de testimoniar y extender la paternidad del Señor en el pueblo santo fiel de Dios. Quisiera, a este propósito, indicarles dos principios que nunca se deberían perder de vista y que garantizan el crecimiento de la Iglesia si nosotros somos fieles: el amor al prójimo y el servicio de los unos a los otros. Estos dos principios se anclan en las dos instituciones que Jesús lleva a cabo en la Última Cena, y que son el fundamento, por decirlo así, de su mensaje: la Eucaristía, para enseñar el amor, y el lavatorio de pies, para enseñar el servicio. Amor y servicio juntos, sino, no va.

Así nos quiere el Señor: especialistas en la tarea de amar a los demás, siendo capaces de mostrarles en la sencillez de pequeños gestos cotidianos de cariño y atención, la caricia de la ternura divina. Nos quiere también servidores de nuestros hermanos, pero servidores humildes, porque es Jesús quien nos envía y nos recuerda que el siervo no es más grande que su Señor, ni el enviado es más grande de quien lo ha mandado. Hay que reavivar en la vida el deseo de imitar al Buen Pastor y aprender a ser “siervos” de todos, particularmente de los hermanos y hermanas menos afortunados y tantas veces descartados, y que, en este tiempo de crisis, ellos se sientan acompañados, sostenidos, amados.

Queridos hermanos Obispos y sacerdotes: Los invito a seguir adelante, trabajando con gozo y decisión en su labor pastoral. A renovar el don de sí mismos al Señor y a su pueblo santo. Les agradezco el testimonio de amor y de servicio a los hermanos y hermanas venezolanos, manifestado en su atención a los enfermos, a quienes han llevado la fuerza de la palabra de Dios y la Eucaristía; manifestados en su acompañamiento al personal médico, paramédico y voluntarios que asisten a los pacientes en esta pandemia; en su diligencia por socorrer a los pobres y excluidos, por aquellos que carecen de lo necesario para sobrevivir y salir adelante dignamente. Gracias, gracias por todo esto.

Con gratitud les aseguro mi cercanía y mi oración, a todos ustedes, que llevan adelante la misión de la Iglesia en Venezuela, en el anuncio del Evangelio y en las numerosas iniciativas de caridad hacia los hermanos extremados por causa de la pobreza y la crisis sanitaria. A todos los encomiendo a la intención de Nuestra Señora de Coromoto y de san José.

Y que el Señor bendiga y acompañe; bendiga y acompañe el trabajo de ustedes, el corazón de ustedes, las manos de ustedes, las rodillas de ustedes cuando rezan. Bendiga y acompañe las ilusiones de ustedes, los buenos deseos y, sobre todo, bendiga y acompañe la unidad de ustedes. No se fracturen hermanos. No se fracturen. Siempre hay una posibilidad de unirse. Como siempre hay una posibilidad de aislarse y crear una actitud del corazón sectaria, fuera de la unidad de la Iglesia.

Que el Señor los bendiga, que los acompañe. Y, por favor, les pido que recen por mí. Gracias.

 



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