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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL
ITALO-LATINOAMERICANA

Sala Clementina
Viernes 30 de junio de 2017

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Señoras y señores:

Ante todo les pido disculpas por el retraso. No estaba en la agenda venir atrasado pero se fueron alargando las audiencias, así que les pido excusas.

Les doy la bienvenida y los saludo en el 50 aniversario de la Organización Italo-Latino Americana. Agradezco al Presidente y al Vicepresidente las palabras que han introducido nuestro encuentro.

En el Convenio de creación de vuestra Organización se expresan las finalidades de la misma, entre ellas: promover el desarrollo y la coordinación, como también individuar las posibilidades de asistencia recíproca y de acción común en los países miembros (cf. Art. 1). Ante este compromiso, deseo destacar tres aspectos que me parecen importantes en el momento actual.

En primer lugar individuar las potencialidades. Los países de América latina son ricos en historia, cultura, recursos naturales; además sus gentes son «buenas» y solidarias con los demás pueblos. Esto se ha comprobado ante las recientes catástrofes naturales, cómo se han ayudado unos a otros, siendo un ejemplo para toda la comunidad internacional. Todos estos valores sociales están ahí pero tienen que ser apreciados para ser potenciados. No obstante estos bienes del continente, la actual crisis económica y social ha golpeado a la población y ha hecho que crezca la pobreza, la desocupación, la desigualdad social, como también que se explote y se abuse nuestra casa común. Y esto a un nivel que no hubiéramos imaginado diez años atrás Ante esta situación se necesita un análisis que tenga en cuenta la realidad de las personas concretas, la realidad de nuestro pueblo (cf. Enc. Laudato si’, 144). Esto nos ayudará a darnos cuenta de las necesidades reales que existen, como también a apreciar la riqueza que cada persona y pueblo encierra en sí misma.

Si el primer punto era individuar las potencialidades, el segundo es coordinar esfuerzos para dar respuestas concretas y hacer frente a los ruegos y necesidades de los hijos e hijas de nuestros Países. Coordinar no es dejar hacer al otro, y al final dar el visto bueno; sino que conlleva mucho tiempo y esfuerzo; es un trabajo escondido poco valorado, pero necesario. Ante un mundo globalizado y cada vez más complejo, América Latina debe aunar esfuerzos para hacer frente al fenómeno de la emigración; y gran parte de sus causas se podían haber ya afrontado desde hace tiempo, pero nunca es tarde (cf. Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, 11 enero 2016). La emigración ha existido siempre, pero en los últimos años se ha incrementado de una manera nunca antes vista. Nuestra gente, impulsada por la necesidad, va en busca de «nuevos oasis», donde puedan encontrar mayor estabilidad y un trabajado que dé mayor dignidad a sus vidas. Pero en esa búsqueda, muchas personas sufren la violación de sus derechos; muchos niños y jóvenes son víctimas de la trata y son explotados, o caen en las redes de la criminalidad y la violencia organizada. La emigración es un drama de división: se dividen las familias, los hijos se separan de sus padres, se alejan de su tierra de origen, hasta los mismos gobiernos y los países se dividen ante esta realidad. Se necesita fomentar una política conjunta de cooperación para abordar este tema. No se trata de buscar culpables y de eludir la responsabilidad, sino que todos estamos llamados a trabajar de manera coordinada y conjunta.

Y por último, el tercer aspecto: promover. De entre las muchas acciones que se podrían realizar, considero que resalta por su importancia la promoción de una cultura del diálogo. Algunos países están atravesando momentos difíciles a nivel político, social y económico. Los ciudadanos que tienen menos recursos son los primeros en notar la corrupción que existe en las distintas capas sociales y la mala distribución de las riquezas. Sé que muchos países trabajan y luchan para lograr una sociedad más justa, promoviendo una cultura de la legalidad. La promoción del diálogo político es esencial, ya sea entre los distintos miembros de esta Asociación, así como también con países de otros continentes, de modo especial con los de Europa, por los lazos que los unen. En esta colaboración y diálogo se encuentra la diplomacia como instrumento fundamental y de solidaridad para alcanzar la paz (cf. Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, 9 enero 2017). El diálogo es esencial; pero no el «diálogo de sordos». Se pide una actitud receptora que acoja sugerencias y comparta inquietudes. Capacidad de escucha. Es un intercambio recíproco de confianza, que sabe que al otro lado está un hermano con la mano tendida para ayudar, que desea el bien de las partes y estrechar vínculos de fraternidad y amistad para avanzar por caminos de justicia y de paz.

Los animo en su compromiso en favor del bien común en nuestro continente americano y que la colaboración entre todos pueda favorecer a la creación de un mundo cada vez más humano y más justo.

Muchas gracias.



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