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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PROFESORES Y ALUMNOS DEL INSTITUTO PATRÍSTICO "AUGUSTINIANUM"

Sala Clementina
Sábado, 16 de febrero de 2019

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Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra daros la bienvenida con motivo del 50° aniversario de la fundación del Instituto patrístico Augustinianum. Doy gracias al Padre Alejandro Moral Antón, Prior general de los Agustinos y moderador general del Instituto; saludo al presidente, el padre Giuseppe Caruso, a los consejeros, a los colaboradores, a los miembros de la facultad, a los administradores y a los estudiantes. De un modo especial, saludo a uno de vuestros hermanos agustinos que fue uno de los fundadores del Instituto, el cardenal Próspero Grech. Y me gustaría saludar también a tantos profesores eméritos, que no están aquí, pero que han dejado huella en el Instituto. Y me viene a la memoria la profesora María Grazia Mara que enseñó tantas cosas y que a los 95 años sigue publicando y da catequesis a los niños. También el cardenal Grech: sus homilía son muy sencillas… Los sabios, cuando llegan a esa edad, se vuelven de una sencillez grandiosa, que hace tanto bien. Gracias a todos los ancianos, a los profesores que están jubilados. Estoy muy contento de tener la oportunidad de compartir este aniversario con vosotros.

Esto significa, ante todo, dar gracias a Dios por todo lo que el Augustinianum ha sido y ha hecho durante medio siglo. Pero la circunstancia de hoy nos invita a volver con memoria grata a los orígenes —que hace poco ha recordado el padre prior—  cuando, en el ámbito de la centenaria tradición de la Orden de San Agustín, nació en Roma, el Studium dedicado a las ciencias sagradas, especialmente a los Padres de la Iglesia, a San Agustín y a su legado.

Como depositario de la gran “escuela” agustiniana, caracterizada por la búsqueda de la sabiduría, el Augustinianum fue fundado para contribuir a preservar y transmitir la riqueza de la tradición católica, en especial la tradición de los Padres. Esta contribución es esencial para la Iglesia. Lo ha sido iempre, pero especialmente en nuestra época, como afirmó San Pablo VI en el discurso de inauguración del Instituto: «El retorno a los Padres de la Iglesia —dijo— forma parte de ese remontarse a los orígenes del cristianismo, sin el cual no sería posible llevar a cabo la renovación bíblica, la reforma litúrgica y la nueva investigación teológica deseadas por el Vaticano II» (4 de mayo, 1970). Y San Juan Pablo II, visitando el Instituto en 1982, confirmó esta premisa diciendo, entre otras cosas, que «ponerse en la escuela de los Padres significa aprender a conocer mejor a Cristo y a conocer mejor al hombre» y que «este conocimiento [ ayuda] a la Iglesia en gran medida en [su] misión» (7 de mayo de 1982).

Por lo tanto, os animo a ser fieles a vuestras raíces y a vuestra tarea; a perseverar en el compromiso de comunicar los valores intelectuales, espirituales y morales que preparen a vuestros estudiantes a participar con sabiduría y responsabilidad en la vida de la Iglesia y en los debates sobre los retos cruciales de nuestro tiempo. Este servicio está estrechamente vinculado con la evangelización y contribuye a promover el crecimiento de la familia humana hacia su plenitud definitiva en Dios (cf. Const. Ap. Veritatis gaudium, 1).

La reciente Constitución Apostólica Veritatis gaudium se abre con estas palabras: «La alegría de la verdad ―Veritatis gaudium― manifiesta el deseo vehemente que deja inquieto el corazón del hombre hasta que encuentre, habite y comparta con todos la Luz de Dios» (n 1. ). Es evidente aquí el eco de San Agustín (cf. Conf, X, 23:33;. I, 1,1). De hecho, él conoció y expresó en el grado más alto la inquietud del corazón humano hasta que encuentra descanso en Dios, que en Jesucristo nos revela la verdad más profunda sobre nuestras vidas y sobre nuestro destino último.

En conclusión, me gustaría compartir otra afirmación de San Agustín tomada de De doctrina cristiana: «Aquellos que han de decir lo que recibieron de otros, también oren antes de recibirlo por aquellos de quienes lo reciben, para que se les dé lo que por ellos desean recibir. Y una vez recibido, oren a fin de que ellos mismos lo pronuncien como conviene y lo tomen aquellos para quienes lo pronunciaron» (IV, 30, 63).

Queridos hermanos y hermanas, al celebrar este aniversario, tened la seguridad de mis oraciones. También os exhorto a rezar los unos por los otros —esto es importante en una institución, es necesario— para que el Señor os sostenga en vuestro esfuerzo diario de investigación, de enseñanza y de estudio. Con afecto os encomiendo, así como a toda la Orden de San Agustín, a la comunidad del Instituto y a vuestros seres queridos a la intercesión de San Agustín y de Santa Mónica, y de corazón os imparto a todos la bendición. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 16 de febrero de 2019.

 



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