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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE UNICOOP FLORENCIA Y DE

LA FUNDACIÓN "IL CUORE SI SCIOGLIE" ("EL CORAZÓN SE DERRITE")

Aula Pablo VI
Viernes, 5 de enero de 2024

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Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Saludo al presidente y a todos ustedes. Me alegra encontrarme con ustedes, tan numerosos, en la víspera de la Epifanía. Esta fiesta, como todo el tiempo de Navidad, nos invita a celebrar el misterio de la Encarnación del Señor: en el Niño Jesús vemos cómo Dios se ha acercado a nosotros en nuestra pobreza (cf. Flp 2, 6-7), indicándola como vía privilegiada para encontrarlo. Y este contexto espiritual es también significativo para vuestro compromiso, que desde hace 50 años, como Cooperativa, y desde hace más de diez, como Fundación, se dirige a las personas más necesitadas, en diversos ámbitos de servicio: desde la indigencia económica a la necesidad de cultura, desde la soledad a la necesidad de educación, utilizando, además de los habituales medios de ayuda económica y alimentaria, otros muchos instrumentos, como el senderismo, la literatura, el arte y la música. Gracias, gracias por esto.

Unicoop Florencia nació -y cito sus estatutos- para "salvaguardar los intereses de los consumidores, su salud y su seguridad también aumentando y mejorando su información y educación" (n. 2). A tal fin, en 2010 creó la Fundación "El corazón se derrite", destinada a animar a las personas a hacer algo por los demás: podríamos decir, utilizando una expresión bíblica, fomentar la formación de "corazones de carne" en lugar de "corazones de piedra" (cf. Ez 36, 36). Y esto es algo muy hermoso: el corazón es fuente de conocimiento. Alguien me dirá: 'Pero no, Padre, nosotros conocemos con la mente, con el intelecto'. Sólo eso es conocimiento incompleto. Sin el corazón no hay conocimiento humano. Para conocer, hay que conocer con la mente, con el corazón y luego hacer con las manos. No olviden los tres lenguajes: que la mente esté unida al corazón y a las manos; que el corazón esté unido a las manos, al hacer y a la mente; y que las manos estén al servicio del corazón y de la mente. No lo olvides en sus acciones.

Y me gustaría detenerme un momento para reflexionar con ustedes sobre el valor de este camino. En efecto, al considerar desde el principio la protección del consumidor por encima de su aspecto meramente comercial, ustedes han llegado a captar una dimensión humana fundamental: la de ayudar a cada persona a hacer algo por los demás, es decir, a vivir la caridad, el amor activo (cf. Carta encíclica Hermanos todos, 87). De este modo, recuerda que salvaguardar el bien de la persona significa no sólo ocuparse de algunos de sus intereses sectoriales, sino promover su plena realización y dignidad. Y a este nivel, el encuentro entre quienes tienen mayores posibilidades y los necesitados, lejos de reducirse a mera filantropía, constituye siempre una oportunidad providencial de enriquecimiento mutuo. Propones así un modelo de protección que une a los individuos no tanto "contra" la amenaza de un adversario común como "para" la construcción de relaciones virtuosas de apoyo mutuo (cf. ibíd., 215). Y todo esto lo haces con mucha creatividad, como ocurre cuando se trabaja conjuntamente animado por un sueño común.

Estar cerca de las personas a las que ayudamos, ser cercanos. Cuando, en las confesiones, a veces pregunto a la gente: "¿Das limosna, ayudas?". - "Sí, sí" - "Y dime, cuando das limosna, ¿miras a los ojos de la persona, le tocas la mano, o le tiras el dinero ahí?". Toca, toca la indigencia, un corazón que toca; mira y comprende. No lo olviden.

Queridos amigos, gracias por lo que hacen, en Italia y en el extranjero; en particular, en este momento dramático, en apoyo de la atormentada Ucrania: ¡Es terrible lo que pasa allí! Gracias por su colaboración con el Dicasterio para el servicio de la caridad, cuyas actividades apoyan desde hace tiempo. Sigan apuntando, en su trabajo, al desarrollo integral de la persona, al crecimiento comunitario en la puesta en común de recursos y competencias, a la inclusión valorando lo que cada uno aporta de propio, para el bien de todos. Los bendigo y les deseo lo mejor para el año que acaba de comenzar. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí, ¡rezar a favor, no en contra! Gracias.

 

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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 5 de enero de 2024

 

 

 

 

 

 

 



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