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VIAJE APOSTÓLICO A NIGERIA, BENÍN, GABÓN Y GUINEA ECUATORIAL

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 14 de febrero de 1982
Kaduna (Nigeria)

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En el medio de este día que el Señor ha hecho, os invito a dirigir vuestra mirada a María, la Madre de Dios, y rezar el Ángelus conmigo. Estamos unidos a la Iglesia que está en Roma y en todo el mundo.

Durante muchos siglos, la Iglesia ha seguido la hermosa costumbre de detenerse un momento por la mañana, a mediodía y por la tarde para decir una plegaria en honor de la Bienaventurada Virgen María. Así mismo nosotros continuamos llenos de alegría esta tradición de devoción filial a la Madre de Dios. Deseamos también imitar el ejemplo de María, su humilde obediencia a la Palabra de Dios, y tratamos de penetrar más profundamente en el misterio de la Palabra hecha carne.

En países de todo el mundo, las campanas de las iglesias doblan para invitarnos alegremente a recitar el Ángelus. Uniéndonos a sus voces ahora en humilde plegaria y alabanza, confiemos a la Madre de la Iglesia las necesidades y las peticiones de todos sus hijos e hijas. Que nuestra Bienaventurada Madre vele sobre nuestras familias y nuestros seres queridos, sobre nuestras naciones y nuestros pueblos. Que reconforte de modo particular a los enfermos y a aquellos que se encuentran en tribulación. María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

1. "Oh Madre de los hombres y de los pueblos...".

Tú que has estado con la Iglesia en los comienzos de su misión, intercede por ella para que, yendo a todo el mundo, enseñe continuamente a todas las naciones y anuncie el Evangelio a toda criatura.

2. Con estas palabras, unido a los obispos del mundo entero te saludé en Roma, oh Madre de Dios, Theotokos, el día solemne de Pentecostés del pasado año, y con ellas quiero saludarte hoy, junto con los obispos de la Iglesia en Nigeria, el país que estoy visitando durante estos días.

3. Y quiero confiar y consagrar a Ti, Madre de la Iglesia, de manera especial, la Iglesia que está en esta tierra de Nigeria, lo mismo que el día de Pentecostés te consagré y confié a Ti la Iglesia de todas las naciones y pueblos de la tierra: la Iglesia y el mundo.

4. En esta consagración de hoy te confío a todos aquellos que viven y trabajan en este continente africano, todos aquellos a quienes el Padre celestial ha amado eternamente en Jesucristo, a los cuales quiere salvar con la sangre de Cristo derramada en la cruz.

5. ¡Oh Madre de la Iglesia! Que los sacerdotes que acaban de ser ordenados, hijos de esta tierra, "elegidos de entre los hombres", sean para el bien de todos verdaderos "ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios" (1 Cor 4, 1). Que ellos continúen la obra apostólica comenzada aquí por los misioneros hace algunas generaciones.

6. La Palabra de Dios, por obra del Espíritu Santo, se hizo carne en tu seno virginal. Que la Palabra de Dios crezca y se extienda ahora para la salvación de todo el mundo.

¡Amén!



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