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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de noviembre de 1982

 

1. "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" (Sal 84 [85], 8). El Adviento que comenzamos juntos este domingo nos hace caer en la cuenta de que se nos ha dado la salvación por la gracia de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, desde su mismo nacimiento terreno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo.

A la vez que damos gracias ya desde el I domingo por esta venida, abramos de nuevo nuestros corazones para que pueda actuar en ellos la gracia del Adviento de este año con toda su riqueza y plenitud. Adviento es tiempo de esperanza; la espera cristiana es perseverancia en la fe y en la lucha, en virtud de la gracia de Cristo en nosotros.

2. El martes próximo se celebra la fiesta del Apóstol San Andrés, a quien la liturgia romana describe con estos rasgos: "Andrés, discípulo del Señor, digno apóstol de Dios, hermano de Pedro y semejante a él en el martirio". La Iglesia de Constantinopla lo ha elegido por Patrono y saluda en él " al primero de los llamados". El vínculo de fraternidad entre Pedro y Andrés empuja a recorrer el camino hacia la unión sin detenerse, con amor y sabiduría y a la luz y aspiración de la plegaria de: Jesús: "Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti" (Jn 17, 21). En esta solemnidad también este año está presente en Constantinopla una Delegación de la Santa Sede presidida por el cardenal Johannes Willebrands, para reiterar la voluntad sincera de diálogo fraterno y constructivo.

3. Se clausura hoy la Misión popular desarrollada en más de treinta parroquias de Roma, que ha supuesto una tarea apostólica esforzada por parte de muchos religiosos y religiosas. Yo mismo iré esta tarde a la basílica de San Juan de Letrán para clausurarla con solemnidad. Quiero esperar firmemente que la buena semilla arrojada con entrega y generosidad madure en frutos preciosos de virtudes cristianas y participación más intensa en la vida parroquial, para dar un aspecto cada vez más luminoso y evangélico a esta amada ciudad.

4. A lo largo de este año he recibido en visita "ad Limina" a casi todos los 110 obispos de Francia. De las 9 regiones apostólicas en que están encuadradas las 95 diócesis, me quedan por recibir 2. Estos obispos me han traído el eco de las realidades religiosas y humanas de su país y de su celo pastoral. A lo largo de los siglos, el pueblo de Francia ha mostrado a la Iglesia generosidad apostólica rica en inteligencia de la fe, en empresas misioneras y en santidad. Ante el avance del secularismo, hoy las tareas de la Iglesia no piden menos fidelidad, valentía y esperanza para reanimar el soplo evangélico uniendo contemplación y acción, formar a niños y jóvenes en una fe sólida, reavivar y alentar las vocaciones sacerdotales y religiosas, fortalecer las de laicos generosos en su compromiso por Cristo en la sociedad, y congregar a las fuerzas vivas, que son numerosas, especialmente en torno a la Eucaristía a fin de que las comunidades cristianas sean punto de referencia para un mundo desconcertado. Por esto hemos orado juntos. Y por ello invito a todos los cristianos de Francia a unirse en torno a sus obispos con espíritu de confianza y comunión auténtica para dar testimonio eficaz con ellos del amor del Señor, de modo que hagan digno a su país de su pasado cristiano.

Recemos juntos a la Virgen María, a la Virgen en espera del Verbo.



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