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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 13 de noviembre de 1988

 

Queridos hermanos:

1. El Colegio Canadiense de Roma ha celebrado recientemente el centenario de su fundación y los obispos de aquel gran país están realizando en estas semanas su visita ad Limita. La ocasión es propicia para dirigir el pensamiento, en este Ángelus, al santuario mariano más importante de Canadá: el de Nuestra Señora del Santo Rosario del Cabo, situado a medio camino entre Quebec y Montreal en la ciudad de Cap-de-la-Madeleine, en la diócesis de Trois-Rivières.

El culto a María en aquel lugar tuvo sus comienzos en 1714, en una pequeña capilla, que muy pronto se mostró insuficiente para acoger a los peregrinos. Por ello se decidió la construcción de un nuevo templo, inaugurado en 1888. La Santísima Virgen se dignó manifestar su predilección por tal santuario impetrando de Dios algunos signos prodigiosos, al inicio y al final de las obras de construcción. Desde entonces las prácticas de piedad y la afluencia de peregrinos no han dejado de aumentar hasta nuestros días.

2. En 1902 se confió el santuario al cuidado de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, que desarrollan todavía con gran celo una amplia y múltiple obra pastoral, ayudados por muchos laicos y por organizaciones y movimientos asistenciales y caritativos. De 1954 a 1964 se construyó una basílica, junto al templo anterior, de forma que este centro mariano comprende hoy dos iglesias en medio de agradables jardines y estructuras adecuadas de acogida, que satisfacen las exigencias de cuantos desean encontrar, a los pies de la Madre común, luz y reposo para el espíritu fatigado por las peripecias y oscuridades de la vida.

El santuario quiere ser, principalmente, un centro de evangelización y de devoción mariana. En consecuencia, allí se administra a menudo el sacramento de la reconciliación; se desarrolla una labor intensa de formación catequética y teológica; se organizan encuentros litúrgicos o paralitúrgicos de diversa índole y según las posibilidades o intereses de los peregrinos.

3. El culmen de todas las manifestaciones marianas del santuario llega con ocasión de la solemnidad de la Asunción, que se prepara cuidadosamente con una novena, durante la cual, tres horas al día, miles de peregrinos oran, cantan, escuchan la Palabra de Dios y participan en la celebración eucarística.

El santuario ha vivido con particular entusiasmo algunos "momentos fuertes" del camino eclesial de estos últimos años, como el reciente Año Santo de la Redención y el Año Mariano. Cuando tuve la alegría de visitarlo, en septiembre de 1984, fui recibido con conmovedoras manifestaciones de afecto, de las que conservo siempre un vivo recuerdo en el corazón.

Arrodillado espiritualmente ante la imagen de Nuestra Señora del Santo Rosario del Cabo, confío hoy también a su protección materna la población de Canadá, impetrando para ella y para todos los hijos de la Iglesia el don de una fe ardiente y operante, capaz de testimoniar al mundo de hoy los valores perennes del Evangelio.



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