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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

XI Jornada Mundial de la Juventud
Domingo de Ramos, 31 de marzo de 1996

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Ahora se renovará un gesto muy significativo: la entrega de la cruz del Año santo. Los jóvenes filipinos —cuya presencia aquí en medio de nosotros nos lleva con el pensamiento y con el corazón al inolvidable encuentro de Manila, que tuvo lugar en enero del año pasado— entregan la cruz a sus coetáneos franceses, que se preparan para acoger en París, en agosto de 1997, la XII Jornada mundial de la juventud.

La cruz nos conduce espiritualmente al Calvario. Con María permanecemos a los pies de Cristo agonizante. La cruz nos habla de la misericordia de Dios. Dejarnos conquistar por esta misericordia ilimitada, que interpela, transfigura y salva, es el camino para acercarse con respeto y amor al drama del Hijo de Dios que da su vida por nosotros.

Amadísimos jóvenes, sabed leer en la cruz la medida del amor de Dios: ¡una medida sin medida! Dirigid vuestra mirada hacia el crucifijo y acoged emocionados el mensaje que él —el único que tiene palabras de vida eterna— dirige a cada uno. De ella tomad la fuerza para sostener y alimentar vuestro testimonio de discípulos y mensajeros del Evangelio.

A los jóvenes filipinos y a todos los jóvenes de lengua inglesa

2. Saludo con particular alegría al grupo de jóvenes provenientes de Filipinas, acompañados por mons. Rolando Tirona, obispo auxiliar de Manila, que han traído de nuevo a esta plaza la cruz del Año santo.

Juntamente con vosotros, agradezco al Señor todas las cosas buenas que su gracia realizó con ocasión de la Jornada mundial de la juventud celebrada en Manila. Cuando volváis a casa, transmitid los mejores deseos del Papa a todos los demás jóvenes, y comunicadles su invitación a que colaboren con generosidad en la nueva evangelización, de forma que el Evangelio de Jesucristo sea la luz, la verdad y la paz para los hombres y mujeres de ese gran continente asiático.

A los jóvenes de lengua francesa

3. Saludo ahora a la delegación de los jóvenes de las diferentes regiones de Francia, guiados por el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París.

Habéis venido a Roma para recibir la cruz del Año santo, que comienza con una peregrinación a Francia hasta la celebración de la próxima Jornada mundial de la juventud, en agosto de 1997. Durante el camino hacia el tercer milenio, el encuentro de París tendrá por tema: «Maestro, ¿dónde vives? Venid y lo veréis» (Jn 1, 38-39). Así, volvemos a ponernos en marcha en busca del Señor, para gustar la alegría y la fuerza de la amistad, y para descubrir su presencia en la Iglesia y en nuestros hermanos.

A los jóvenes de lengua española

4. Saludo con afecto a todos los jóvenes de lengua española testigos del paso de la cruz de los jóvenes filipinos a los jóvenes franceses. Estad, como María, presentes junto a Cristo crucificado, prueba suprema de su amor por nosotros, para que en esta Pascua podáis acoger intensamente la nueva vida y testimoniarla a los demás.

A los jóvenes de lengua alemana

5. Os saludo cordialmente también a vosotros, queridos jóvenes de lengua alemana, que habéis venido a Roma para la Jornada mundial de la juventud. Reconoced en la cruz del Señor el amor inconmensurable de Dios y sed testigos fieles de dicho amor en vuestra vida de cada día.

A los jóvenes de lengua portuguesa

Cristo os necesita para anunciar el Evangelio al mundo. Que la Jornada mundial de la juventud ayude a recordar la necesidad de un audaz compromiso misionero, con vuestra fe y la alegría de servir a Dios, y la intercesión maternal de María santísima.

A los jóvenes de lengua polaca

Saludo cordialmente, asimismo, a los jóvenes polacos presentes en la plaza de San Pedro, y también a los que me escucháis por medio de la radio y la televisión. Estáis llamados a salir al encuentro de Cristo, redentor del hombre, porque sólo él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Estáis llamados a difundir el mensaje de amor que brota de su cruz y resurrección.



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