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VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA

ÁNGELUS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL FINAL DE LA MISA DE CANONIZACIÓN DE LA BEATA EDUVIGIS


Domingo 8 de junio de 1997

 

1. Nuestro encuentro en Błonia Krakowskie no estaría completo, si no nos dirigiéramos, con la plegaria del Ángelus, a María, Madre de Jesús, encomendándole todo aquello sobre lo que la canonización de la reina Eduvigis arroja luz: el destino de la fe y de la cultura, del amor y de la justicia en nuestra patria y en el mundo. Los comienzos de la historia de la fe en esta tierra fueron santificados con la sangre de los mártires y con la santidad de los confesores. Hoy, al final del segundo milenio del cristianismo, caminamos siguiendo sus huellas, para que su fe nos dé nueva fuerza. En efecto, de nuestra perseverancia en la fe de nuestros padres, del ardor de nuestro corazón y de la apertura de nuestra mente depende que las generaciones futuras sean impulsadas hacia Cristo por el testimonio de santidad que nos dejaron san Adalberto, san Estanislao y la reina santa Eduvigis. Depende de nuestra fe y de nuestro amor que el Evangelio produzca frutos en todos los sectores de la vida, frutos como los que ha dado hasta la actualidad el cristianismo en nuestra tierra.

Santa Eduvigis nos lleva al pie de la cruz, donde vela también la Virgen de los Dolores. Poniéndonos a la escucha del mandamiento de Cristo de vivir el amor a Dios y al prójimo, encomendamos a María todos los esfuerzos que realizamos para cumplirlo, mientras nos acercamos al tercer milenio: tertio millennio adveniente.

2. Se hallan presentes aquí numerosísimos jóvenes. Mi corazón se alegra al contemplaros, amadísimos jóvenes, por vuestra juventud y vuestro entusiasmo. Os agradezco que hayáis querido participar en esta canonización. Sé que ya se ha consolidado la tradición de ir cada año, por este tiempo, en peregrinación a Kalwaria para dar gracias a Dios, mediante la intercesión de María, por todas las gracias del año escolar que está a punto de concluir.

Hoy habéis venido aquí. Vuestro deseo de encontraros en este día con la Madre venerada en Kalwaria lo queréis compartir con la joven Reina, vuestra especial patrona. Esta tradición es más antigua que la de Kalwaria.

La juventud, especialmente la juventud de Cracovia, siempre ha tenido una veneración y un amor particulares a la reina Eduvigis. Venían a su tumba generaciones y generaciones de niños y jóvenes estudiantes. Sobre su sarcófago, en Wawel, suelen depositar los distintivos de su escuela y otros emblemas. Como si quisieran decir que deseaban conservar un profundo vínculo entre su sabiduría y santidad y sus deseos y su futuro. Los jóvenes se sienten atraídos por la sabiduría; se sienten fascinados por la profundidad del espíritu. Ya desde la fundación de la universidad de Cracovia, los jóvenes pertenecen inseparablemente a la imagen de esta ciudad. Se puede decir que Cracovia debe a la sabia decisión de santa Eduvigis el hecho de haber permanecido siempre la ciudad de la juventud.

3. Hay también otra circunstancia que me impulsa de modo particular a hablar de los jóvenes. El movimiento «Luz y vida» o, como se llamaba antes, los «Oasis de la Iglesia viva», celebra el 25 aniversario de su fundación. Realmente, por lo que recuerdo, sus inicios se remontan a un pasado aún más lejano, incluso hasta la década de 1950; pero este cuarto de siglo es el tiempo de su trabajo pastoral fundamental. Quiero referirme a las experiencias de los Oasis, con los que, como metropolitano de Cracovia, estuve vinculado muy estrechamente desde el inicio.

Después de 1989, en Polonia se han podido desarrollar varios movimientos apostólicos. Tal vez la generación más joven no recuerde lo que fue para nosotros, en el período de los gobiernos comunistas, la experiencia de los «Oasis de la Iglesia viva». Como obispo participé en esa experiencia, y lo hice de todo corazón. Muchas veces iba, junto con don Franciszek Błachnicki, a reunirme con los grupos de los Oasis, que hacían sus retiros en diversos lugares de la archidiócesis. Gozaba en cada encuentro, especialmente durante las vacaciones, en verano.

Iba a encontrarme con los Oasis en varios lugares de la archidiócesis de Cracovia, y también defendí el movimiento contra los peligros que provenían de los servicios de seguridad de entonces. Todos, tanto los sacerdotes como los jóvenes, sabían que el cardenal de Cracovia estaba con ellos, los apoyaba, los sostenía y estaba dispuesto a defenderlos en caso de peligro. El año 1973 consagré la actividad de este movimiento a la Inmaculada Madre de la Iglesia.

Quiero volver, una vez más, con el pensamiento y con el corazón a todos estos lugares, donde nos encontrábamos con los Oasis, comenzando por Kroścíenko, y, con la plegaria del Ángelus, dar gracias a la Inmaculada por esta obra que sin duda ha contribuido a la victoria, en sintonía con las palabras del gran cardenal August Hlond, primado de Polonia: «La victoria, si llega, será ciertamente una victoria por medio de María».

A la protección de María, Madre de la Iglesia, encomiendo también las demás organizaciones y los movimientos juveniles presentes en Cracovia y en Polonia: comunidades de pastoral universitaria, grupos caritativos que se dedican a atender a los enfermos y minusválidos, y, de modo particular, los «Grupos apostólicos» y la Asociación católica de jóvenes, que está renaciendo.



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