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CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
CON UN GRUPO DE CONSILIARIOS ECLESIÁSTICOS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Sala de los Suizos, Castelgandolfo
Miércoles 3 de septiembre de 1980

 

1. Estoy contento de poder celebrar esta mañana, en el día en que la liturgia de la Misa nos recuerda la figura espléndida del Papa San Gregorio Magno, el Sacrificio Eucarístico juntamente con vosotros, consiliarios eclesiásticos de los cultivadores directos, y con vosotros, consiliarios del Movimiento apostólico de ciegos, reunidos en Roma para vuestros respectivos congresos nacionales.

Ante todo, elevemos ante el altar nuestro agradecimiento al Señor por este particular encuentro litúrgico y por todos los dones inefables que El concede continuamente a la Iglesia, su Esposa amada, a todos los sacerdotes con cura de almas y a vosotros sacerdotes, que desarrolláis un ministerio, no siempre fácil, de guía y animación cristiana en medio de los generosos trabajadores de los campos y de los queridos hermanos invidentes. Invoquemos, pues, luz y consuelo sobre los trabajos que desarrollaréis en estos días y de los que esperan mucho quienes están bajo vuestra asistencia para la solución de tantos problemas espirituales y sociales, que los agobian cada día.

En vuestro delicado apostolado, sois conscientes de la necesidad de tener siempre espíritu de auténticos Pastores, solícitos no sólo de la asistencia material, ciertamente necesaria y obligada, sino , también y sobre todo de la espiritual, a ejemplo de San Gregorio Magno, que en su infatigable dedicación pastoral, supo armonizar tan bien la promoción de las legítimas exigencias temporales con las espirituales, a las que naturalmente atribuyó la primacía, hasta el punto de merecer el elogio de buen Pastor, que le ha dedicado la Iglesia con las lecturas que acabamos de escuchar en el libro del Profeta Ezequiel (34, 11-16) y en el Evangelio según Juan (10, 11-16).

2. La tarea de consiliarios eclesiásticos diocesanos de los cultivadores directos asume una importancia y una delicadeza que es fácil imaginar, si se piensa que vosotros sois enviados por la Iglesia para trabajar "como sacerdotes", y por lo tanto como ministros de la verdad y de la gracia. Ciertamente vuestra misión es hacer que la promoción económica del mundo rural esté siempre inspirada en los grandes valores espirituales y morales del Evangelio, tal como emergen y los presenta la enseñanza social de la Iglesia.

Esta enseñanza, continuamente propuesta en su integridad y actualidad, llama a opciones a veces exigentes, que no podrán ser globalmente acogidas, a no ser que cada una de las personas y familias tengan bien presentes las orientaciones de la fe.

A este propósito quiero renovar la exhortación, que ya os dirigió mi venerado predecesor Pablo VI, a realizar "una acción más intensa formativa y religiosa, especialmente entre los jóvenes" a los cuales se debe ofrecer una visión integral del hombre en todas sus dimensiones y valores, sin la cual es imposible dar una respuesta adecuada, coherente y estable a los interrogantes relacionados con el matrimonio y con la familia en la hora presente.

A vosotros, consiliarios del Movimiento de invidentes, expreso un especial agradecimiento y os animo por todo lo que hacéis en favor de una clase de personas tan probadas, pero también tan generosas en sus valiosos servicios a la sociedad. ¡Qué hermosa y significativa es vuestra presencia de amigos y de sacerdotes, y cuánto consuelo y luz puede llevarles! Sabed suscitar en sus espíritus energía y buena voluntad por el bien de la Iglesia y de la sociedad, y sed para ellos instrumentos de alegría cristiana y ministros de salvación eterna.

3. Finalmente, me congratulo con todos los presentes por la sensibilidad eclesial en unir y coordinar la acción educativa específica que vosotros desarrolláis, por medio de los programas pastorales de las Iglesias particulares, que lleváis adelante para hacer cada vez más integradas e idóneas las varias experiencias de evangelización.

Invoco ahora con gran confianza la gracia del Señor, por intercesión de la Virgen Santísima y de San Gregorio, sobre estas tareas, mientras os imparto de corazón la propiciadora bendición apostólica, extensiva a todos aquellos a quienes prestáis vuestra asistencia y a todos vuestros seres queridos.

 



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