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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SUPERIOR GENERAL DE LOS CLARETIANOS
EN EL 150 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN

 

Al rvdmo. p. Aquilino
BOCOS MERINO, c.m.f.
Superior general de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María

1. Me es muy grato dirigiros este mensaje con ocasión de los 150 años de fundación de vuestra congregación, en la que recordáis aquel 16 de julio de 1849, día en que, en una humilde celda del seminario de Vic, san Antonio María Claret, junto con otros cinco jóvenes sacerdotes, dio inicio a vuestra familia religiosa. En esta circunstancia me uno a vuestra acción de gracias al Señor por todas las generaciones de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María que han sido testigos de la fe y fieles colaboradores en la misión evangelizadora que el divino Redentor confió a su Iglesia.

En este año, que la Iglesia está dedicando al Padre celestial, vuestro fundador nos ofrece su elocuente testimonio de amor apasionado a Dios, pues su vida fue un consumirse de celo apostólico para que él fuera conocido, amado y servido (cf. Autobiografía, 233). El amor al Padre llevó a san Antonio María Claret a querer seguir e imitar siempre a Jesucristo en el orar, trabajar y sufrir (ib., 494) y abrirse a la acción del Espíritu Santo, quien le inspiró la misión de evangelizar a los pobres (ib., 687).

2. El concilio Vaticano II enseña que «hay que conocer y conservar fielmente el espíritu de los fundadores, los fines propios, las sanas tradiciones, todo lo cual constituye el patrimonio de cada instituto» (Perfectae caritatis, 2). Por eso, el momento actual de gracia que se dispone a vivir vuestra congregación invita a dirigir la mirada hacia san Antonio María Claret. En una sociedad que se abría a los cambios de la industrialización, se descubrió a sí mismo como misionero, anteponiendo a los normales atractivos que podía ofrecer una vida cómoda las exigencias del Evangelio. Su arma fue la palabra de Dios, vivida y anunciada como mensaje de salvación para todos. La difundió a través de publicaciones, catequesis y predicaciones, convencido de que en ella se encuentra el consuelo para los tristes, la fortaleza para los débiles, la salud para los enfermos, el perdón para los pecadores. Desde la oración continua, el estudio y la vida de piedad se convirtió en un auténtico evangelizador, primero en su Cataluña natal, después en las islas Canarias, para más tarde hacerlo, ya como arzobispo, en Cuba y en España.

Esta experiencia de relación vital con la palabra de Dios ha de ser para vosotros un auténtico patrimonio, inspiración unificadora y compromiso ineludible en las diversas situaciones de vida que el envío misionero os hará afrontar en la hora actual de la evangelización.

3. La disponibilidad para el ministerio de la Palabra sin fronteras, guiado por razones de urgencia, oportunidad y eficacia al servicio del reino de Dios fue una característica del ser misionero en san Antonio María Claret que vosotros habéis heredado. Y así, superando fronteras humanas y geográficas, celebráis este 150° aniversario estando presentes en todos los continentes y trabajando en la misión «ad gentes» para suscitar el nacimiento de nuevas comunidades cristianas. Sin olvidar la llamada «misión interna» con la predicación renovadora en las antiguas Iglesias, lleváis adelante vuestra opción por los pueblos que necesitan recibir la buena nueva de Jesucristo, pues, como enseñaba vuestro fundador, el misionero apostólico ha recibido las diversas partes de la tierra como los cinco talentos que le toca hacer fructificar (cf. Avisos a un sacerdote, Apéndice).

En el ejercicio de esta acción evangelizadora, sed fermento de unidad y fraternidad, enseñando a todos los hombres y mujeres a sentirse hijos del mismo Dios y Padre. Por eso, es alentador constatar que la universalidad consolidada de la congregación os ha enriquecido también con vocaciones provenientes de las más diversas partes del mundo; éste es un hecho de gracia que acrecienta el gozo y la gratitud en vuestra celebración jubilar.

4. Por otra parte, la vida en común es un distintivo esencial de vuestra vida consagrada. En las Constituciones se señala que la colaboración en el ministerio de la Palabra pertenece al origen mismo de vuestra vida comunitaria (cf. Constituciones, 13). El padre Claret quería hacer con otros lo que solo no podía (cf. Carta al nuncio, 12 de agosto de 1849, en Cartas selectas, p. 74). Esta celebración os ha de llevar a incrementar la espiritualidad de la comunión y promover la colaboración de todos en la transformación del mundo según el designio de Dios.

Vuestra vocación aparece definida en las Constituciones como «el don de seguir a Cristo en comunión de vida y de proclamar el Evangelio a toda criatura» (n. 4). A lo largo de la historia, éste ha sido el perfil que ha distinguido a los hijos del padre Claret, que han brillado por su testimonio dentro de la Iglesia.

5. San Antonio María Claret supo también transmitir a sus hijos, como señal distintiva de su carisma, un profundo «sentido eclesial», del que dio claras muestras durante su ministerio sacerdotal y episcopal en las circunstancias no fáciles para la Iglesia de su tiempo. Este vivo amor a la Iglesia, que se manifiesta en la plena comunión y en la diligente obediencia a los pastores, especialmente al Romano Pontífice, ha producido abundantes frutos a lo largo de la historia de vuestra Congregación.

Ante los grandes desafíos evangelizadores del futuro, los misioneros claretianos, en particular los comprometidos en la investigación teológica, la enseñanza, la catequesis y el uso de los medios de comunicación social, están llamados a vivir con lealtad la comunión eclesial, con adhesión de mente y corazón al magisterio de la Iglesia, y a dar testimonio del sentire cum Ecclesia, puesto que del amor filial hacia ella brota la fuerza y la incisividad de la acción apostólica (cf. Vita consecrata, 46).

Como bien sabéis, la evangelización en el próximo milenio requiere un nuevo discernimiento de vuestro apostolado misionero, sobre todo en la propuesta vocacional a los jóvenes y en la formación de las futuras generaciones de claretianos, siguiendo las enseñanzas del fundador, para quien la santidad y la ciencia son como los dos pies, ambos necesarios, del misionero (cf. Constituciones de 1865, 104, 4°). Es, por ello, digno de relieve el esfuerzo que la congregación dedica a la formación permanente de sus miembros y a los medios comunitarios para cultivar la propia espiritualidad, basada en la experiencia ascética y mística de san Antonio María, recogida principalmente en su Autobiografía, carta magna de la espiritualidad claretiana y de vuestro servicio al reino de Dios en la Iglesia.

6. Entre los elementos que configuran vuestra identidad religiosa está la presencia de María. De su Corazón Inmaculado los hijos de Claret han aprendido su actitud contemplativa en la acogida de la Palabra, su caridad y sencillez en transmitirla y su adhesión cordial al plan misericordioso de Dios, que lleva a estar cerca de los pobres y necesitados. Por ello, los misioneros claretianos deben seguir siendo portadores del mensaje profético de esperanza que, con el lenguaje del corazón, María propone hoy a la familia humana, tan lastimada en sus valores y aspiraciones más profundas.

Mientras la Iglesia se prepara para celebrar el gran jubileo de la Encarnación, deseo confiar al Corazón de la Madre de Dios vuestros proyectos apostólicos, vuestro afán misionero y las esperanzas que os animan, para que os conceda la alegría de ser instrumentos dóciles y generosos en el anuncio del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

7. Confiando en la eficaz intercesión de san Antonio María Claret, elevo mi acción de gracias al Padre celestial por tantos misioneros claretianos ejemplares que, durante estos ciento cincuenta años, se han distinguido por su dinamismo, abnegación y empuje misioneros al servicio de la Iglesia en los cinco continentes. A este respecto, quiero recordar de modo particular a los 51 mártires claretianos de Barbastro, que tuve el gozo de beatificar en 1992, modelo todos ellos de seguimiento comunitario y entusiasta de Cristo.

Al Corazón Inmaculado de María encomiendo el presente y el futuro de toda la congregación, para que ella, mujer dócil al Espíritu y modelo de íntima adhesión a Jesús, os llene de su amor maternal y de celo por las almas. Que en esta celebración jubilar, reunidos en oración en torno a María, como los Apóstoles en el cenáculo, podáis revivir la experiencia de Pentecostés afianzando vuestro ardor misionero para ir y anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Con estos vivos sentimientos, imparto con gran afecto a todos los Misioneros Claretianos, Hijos del Inmaculado Corazón de María, la bendición apostólica.

Varsovia, 12 de junio, fiesta del Inmaculado Corazón de María, del año 1999

JUAN PABLO II

 



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