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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A SU SANTIDAD KAREKIN I,
CATHOLICÓS Y PATRIARCA SUPREMO
DE TODOS LOS ARMENIOS

 

A Su Santidad KAREKIN I
Catholicós y patriarca supremo de todos los armenios

1. Dado que mi visita oficial a Armenia y a la Iglesia apostólica armenia ha tenido que posponerse, y las circunstancias me han impedido encontrarme con Su Santidad al término de mi visita pastoral a Polonia, le escribo para asegurarle mi cercanía espiritual en este momento difícil de su enfermedad, mientras está dando un testimonio conmovedor de Cristo sufriente.

Encomiendo este mensaje al cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, que transmitirá personalmente a Su Santidad mis sentimientos de profunda estima y afecto fraterno. Recuerdo con gratitud las dos visitas que usted, como Catholicós y patriarca supremo de todos los armenios, me hizo en Roma, y saludo cordialmente a todos los miembros del Santo Sínodo así como a toda la Iglesia apostólica armenia, a la que expreso mis mejores deseos.

2. Tengo un gran deseo de visitar Armenia, donde, a la sombra del monte Ararat, la fe cristiana ha echado profundas raíces y ha florecido. La fe cristiana, llevada por los apóstoles Bartolomé y Tadeo y alimentada también con la colaboración de las Iglesias de Capadocia, Edesa y Antioquía, ha plasmado la cultura armenia, al igual que la cultura armenia ha contribuido a enriquecer la comprensión de la fe cristiana con expresiones nuevas y únicas. Durante estos días, la liturgia armenia celebra la memoria de los santos traductores Sahak y Mashtots. La creación de un alfabeto nacional por obra del monje Mashtots fue un paso significativo hacia la formación de una nueva cultura cristiana en Armenia.

Hace unos meses tuve el honor de unirme a Su Santidad en el Vaticano para inaugurar una exposición dedicada a la historia y la cultura armenias. ¡Qué magnífica herencia, tan impregnada de espiritualidad cristiana! Los pueblos que siguen la doctrina de Cristo no deben renunciar a su propia identidad. Al contrario, el bautismo les proporciona una nueva fuente de inspiración para su idiosincrasia como nación. Santidad, espero con ilusión, cuando las circunstancias me lo permitan, poder experimentar personalmente la notable creatividad que ha caracterizado y forjado al pueblo armenio a lo largo de los siglos.

Los armenios, viviendo a la sombra del monte Ararat, han sido siempre un pueblo de «frontera». A lo largo de su historia, esta ubicación geográfica los ha marcado profundamente. En efecto, gracias a la herencia misionera, espiritual, litúrgica y cultural de todo el oikouméne cristiano, la Iglesia apostólica armenia ha desarrollado su propia identidad con un espíritu de gran apertura a las diferentes tradiciones eclesiales que la rodeaban. En el decurso de los siglos, se ha comprometido en un intercambio directo y fructuoso con las tradiciones siríaca, bizantina y latina.

Ese mismo espíritu de apertura le ha permitido ayudar y sostener a las Iglesias vecinas en sus momentos de prueba y adversidad. La contribución actual de la Iglesia apostólica armenia al movimiento ecuménico es parte de una larga tradición de apertura e intercambio fraterno.

3. En la cristiandad, Oriente y Occidente jamás han estado completamente aislados entre sí; ha habido siempre momentos de interacción y áreas de mutuo enriquecimiento. Santidad, me uno a usted en oración para pedir que el patrimonio teológico y espiritual de nuestras respectivas tradiciones siga enriqueciéndonos recíprocamente. Quiera Dios que seamos capaces de vivir con fidelidad la enseñanza de san Pablo: «Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos» (1 Co 12, 4-6).

Aunque muchos esfuerzos ecuménicos realizados a lo largo de los siglos no han tenido éxito, el espíritu y los principios que los han inspirado no han perdido en absoluto su valor. ¡Cómo no recordar aquí los esfuerzos que hizo el Catholicós Nerses Schnorhali para promover la comunión entre las Iglesias armenia y bizantina! Sus cartas al emperador bizantino siguen siendo un testimonio ecuménico fundamental, que aún hoy pueden estimularnos mientras avanzamos hacia el restablecimiento de la comunión plena entre la Iglesia católica y la Iglesia apostólica armenia. La única condición necesaria para la unión, como afirmaba el Catholicós Nerses Schnorhali en una de sus cartas, es la verdad de la fe en la caridad. ¡Ojalá que también nosotros lleguemos a redescubrir nuestra comunión plena precisamente mediante la verdad de la fe en la caridad!

Santidad, éste es mi deseo y el deseo de toda la Iglesia católica. La visita del cardenal Cassidy, en mi nombre, para llevarle este mensaje, quiere ser una confirmación de esa esperanza.

4. A partir del concilio Vaticano II, la Iglesia católica y la Iglesia apostólica armenia han desarrollado nuevos y profundos vínculos de comunión. Cuando el Papa Pablo VI y el Catholicós Vazken I se intercambiaron el beso de la paz, sellaron una nueva relación entre nuestras Iglesias. Era el 9 de mayo de 1971. Y desde aquel día memorable, ¡cuántos encuentros e intercambios felices nos han llevado a un acercamiento cada vez mayor! Santidad, deseo darle las gracias, en particular, por todo lo que ha hecho y está haciendo para asegurar que se realice el anhelo de los cristianos de llegar a la unidad plena. Desde que usted participó como observador en el concilio Vaticano II, ha venido trabajando constantemente por alcanzar una comunión más plena entre nuestras Iglesias. Cuando visitó Roma en diciembre de 1996, pudimos firmar una Declaración común en la que notamos con alegría que «el reciente desarrollo de las relaciones ecuménicas y la discusiones teológicas, realizadas con espíritu de amor cristiano y fraternidad, ha disipado muchas incomprensiones heredadas de las controversias y las divergencias del pasado» (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de diciembre de 1996, p. 6). Que este feliz desarrollo nos impulse a seguir buscando los mejores caminos con vistas a restablecer la comunión plena entre nuestras Iglesias, para que podamos dar un testimonio común del amor de Dios.

5. Una cuestión crucial en el camino hacia la comunión plena concierne al ministerio del Obispo de Roma. Desde mi elección a la Sede de Pedro, he tratado de ejercer este ministerio como un servicio efectivo a la comunión de todas las Iglesias. Inspirado por la misión de Pedro, me he esforzado por ser el servidor de la unidad, y seguiré haciéndolo. Pero el ejercicio de este servicio de unidad nos atañe a todos. Por esta razón, en mi carta encíclica Ut unum sint, pedí al Espíritu Santo que «nos dé su luz e ilumine a todos los pastores y teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros» (n. 95).

Que el Espíritu Santo nos ayude ahora a concentrar nuestros esfuerzos para que, con el mayor tacto, paciencia y amor, podamos restablecer la unidad de la Iglesia. Aunque hasta la actualidad no hayamos encontrado aún un camino eficaz, el futuro nos mostrará seguramente nuevos caminos. Teniendo esto en cuenta, es de desear que nos esforcemos por buscar nuevas formas de cooperación pastoral entre la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica. Esta cooperación podría ayudarnos a encontrar nuevos caminos de acercamiento, que nos permitan superar gradualmente cualquier causa•de tensión•que aún perdure.

6. Santidad, después de los grandes cambios sociales y políticos que Armenia ha experimentado durante el último decenio, también ante vosotros se abre un vasto campo para la renovación de la Iglesia.

La Iglesia apostólica armenia no está sola al afrontar este gran desafío.

La construcción de una nueva catedral, dedicada a san Gregorio el Iluminado, en el centro de Ereván, es un símbolo elocuente de la nueva energía que su Iglesia está experimentando. Que el Señor bendiga las numerosas iniciativas de la Iglesia apostólica armenia, y le permita beneficiarse de la solidaridad de todas las Iglesias cristianas, como recomendaba san Pablo: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo» (Ga 6, 2).

7. En muchas ocasiones Su Santidad ha hablado de la fortaleza y del espíritu de sacrificio como características especiales del pueblo armenio y de la Iglesia apostólica armenia. Es muy significativo que en cualquier lugar de Armenia se encuentren las «khatchkar», grandes piedras que representan la gloriosa cruz del Salvador. A lo largo de vuestra historia, han sido esculpidas y colocadas en los lugares donde los armenios deseaban aclamar o invocar a su Redentor. Esas «khatchkar» se han convertido en un símbolo especial de las pruebas y humillaciones que el pueblo armenio ha tenido que sufrir. ¡Y cuántas ha tenido que soportar, especialmente al comienzo de este siglo!

La cruz de Cristo ha sido vuestra experiencia diaria. Pero, al igual que la Virgen María al pie de la cruz, también el pueblo armenio ha permanecido fiel en medio de todas las adversidades. La cruz de Cristo ha sido vuestra gloria y vuestra fuerza. Pido a Dios que en toda Armenia el alba de un nuevo día renueve el significado del glorioso símbolo de las «khatchkar», haciendo que la fuerza pacífica y solemne del Redentor resplandezca con mayor intensidad. Que la Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, sostenga la confianza en Dios de todos los fieles y su compromiso de testimonio cristiano.

Santidad, sigo unido a usted mediante la oración, y con usted glorifico y alabo a nuestro único Señor y Salvador Jesucristo, que nunca deja de reunir a los suyos en la unidad.

Roma, 29 de junio de 1999, solemnidad de los Apóstoles san Pedro y san Pablo

JUAN PABLO II

 



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