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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS RELIGIOSAS DEL AMOR DIVINO
EN SU TERCER CENTENARIO DE FUNDACIÓN

 

A la reverenda madre
MATILDE FRAVOLINI
Superiora general
de las Religiosas del Amor Divino

1. Me ha alegrado saber que esa familia religiosa se dispone a celebrar el tercer centenario de su fundación, que tendrá lugar el año próximo. En efecto, el 13 de septiembre de 1705, el cardenal Marco Antonio Barbarigo, obispo de Montefiascone e Corneto (Tarquinia), inició la Congregación del Amor Divino. Esta fue la última iniciativa apostólica importante de un pastor que, desde el inicio de su ministerio episcopal en las dos diócesis del alto Lacio y antes en la isla de Corfú, se había dedicado eficazmente a poner en práctica la reforma eclesiástica, según las indicaciones del concilio de Trento, tanto con una extensa labor de evangelización y de catequesis a través del Instituto de las Maestras Pías Filippini, como con la institución de un seminario para la preparación cultural y espiritual del clero. Además, mediante las visitas pastorales y la celebración de sínodos diocesanos, el santo prelado llevó a cabo en las parroquias una duradera renovación pastoral, tratando de influir profundamente en la vida religiosa y moral de las poblaciones. Se le recuerda también por su solicitud hacia la condición femenina de entonces y por las actividades de formación religiosa que impulsó para el bien de las muchachas.

2. En el alba del tercer milenio cristiano, mientras juntamente con usted, reverenda madre, y con todas las hermanas doy gracias a Dios por los trescientos años de vida del Instituto, quisiera dirigir a cada religiosa la invitación que Jesús hizo a Pedro: "Duc in altum!", "¡Rema mar adentro!" (Lc 5, 4).

El carisma que os distingue es actual y os inserta en la espiritualidad de comunión y misión que indiqué a la Iglesia en la carta apostólica Novo millennio ineunte, al final del gran jubileo del año 2000. En virtud de la especial consagración a Dios que os caracteriza, queridas Religiosas del Amor Divino, estáis llamadas a ser testigos de la misericordia de Dios en toda situación. En particular, os exhorto a cultivar en vuestras casas el espíritu de acogida, estando atentas a las necesidades de los demás para difundir el buen perfume de la caridad y contribuir a la realización de la "historia divina por amor", a la que solía hacer referencia vuestro fundador.

No dejéis de promover una auténtica espiritualidad de comunión, que se inspire y apoye en el sublime misterio de la santísima Trinidad. De esta Fuente divina tomad el calor de la caridad que estáis llamadas a transmitir a través de las diversas actividades de animación litúrgica, catequesis, formación en los oratorios juveniles, en las escuelas profesionales y en los laboratorios, asistencia en las casas familiares para mujeres solas con hijos y en los centros de acogida y escucha para personas débiles y marginadas.

3. A la luz de los grandes cambios culturales y sociales que se han producido en la época moderna, resulta precursora la intuición del cardenal Marco Antonio Barbarigo, el cual, hace ya tres siglos, se comprometió en la promoción social de la mujer. Siguiendo sus pasos, vuestro instituto está llamado hoy a ayudar a las mujeres que atraviesan dificultades a redescubrir su dignidad según el proyecto de Dios y su vocación al amor. Reconocer el papel que corresponde a la mujer en la sociedad contribuye a tutelar los valores de la familia, la vida y la paz.

Desde esta perspectiva, quisiera proponer de modo especial a vuestra consideración y a vuestro compromiso la carta apostólica Mulieris dignitatem. Las indicaciones contenidas en ella podrán ayudaros a llevar a cabo vuestra misión al servicio de la promoción humana y religiosa del mundo femenino.

María, Madre de la Iglesia, os guíe en este esfuerzo y obtenga para vuestra familia religiosa el don de numerosas y santas vocaciones. A la vez que aseguro un recuerdo especial en la oración con esta intención, le envío de corazón mi bendición apostólica a usted, reverenda madre, y a toda la familia del Instituto del Amor Divino.

Castelgandolfo, 11 de septiembre de 2004

JUAN PABLO II



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