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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA XIV JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES


[DOMINGO 18 DE MAYO DE 1980]

Tema: "Papel de las comunicaciones sociales
e incumbencias de la familia"

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

La Iglesia católica celebrará el próximo 18 de mayo, la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, conforme a lo dispuesto por el Concilio Ecuménico Vaticano II; uno de los primeros documentos del mismo estableció que cada año, en todas las diócesis, tenga lugar una Jornada, en la cual los fieles recen para que el Señor haga más eficaz el trabajo de la Iglesia en este sector y en la cual reflexionen sobre sus propios deberes y contribuyan con una oferta al mantenimiento e incremento de las instituciones e iniciativas promovidas por la Iglesia en el campo de las comunicaciones sociales.

En el curso de estos años, la Jornada ha adquirido cada vez más importancia. Son muchos los países en que católicos y miembros de otras comunidades cristianas se han asociado para celebrarla, dando así un ejemplo oportuno de solidaridad, conforme al principio ecuménico de "no hacer separadamente lo que pueda hacerse juntos". Por ello, tenemos que estar agradecidos al Señor.

Los mass-media y la familia

Este año, en sintonía con el tema del próximo Sínodo de los Obispos, que considerará las cuestiones referentes a la familia en las cambiantes circunstancias de los tiempos modernos, se nos invita a prestar atención a las relaciones entre mass-media y familia. Un fenómeno que afecta a todas las familias, incluso en su intimidad, es precisamente el de la amplia difusión de los medios de comunicación social: prensa, cine, radio y televisión. Es ya difícil encontrar una casa en la que no haya entrado al menos uno de tales medios. Mientras, hasta hace pocos años, la familia estaba compuesta de padres, hijos y por alguna otra persona unida por vínculos de parentesco o trabajo doméstico, hoy, en cierto sentido, el círculo se ha abierto a la "compañía", más o menos habitual, de anunciadores, actores, comentadores políticos y deportivos, y también a la visita de personajes importantes y famosos, pertenecientes a profesiones, ideologías y nacionalidades diversas.

Es éste un dato de hecho que si bien ofrece oportunidades extraordinarias, no deja de esconder también insidias y peligros a los que no hay que quitar importancia. La familia se resiente hoy de las fuertes tensiones y de la desorientación creciente que caracterizan el conjunto de la vida social. Han venido a faltar algunos factores de estabilidad que aseguraban, en el pasado, una sólida cohesión interna y —gracias a la completa comunidad de intereses y necesidades y a una convivencia que, con frecuencia, ni siquiera el trabajo interrumpía— consentían a la familia el desarrollo de un papel primordial en la función educativa y socializante.

Los mass-media y la juventud

En esta situación de dificultad y, a veces, de crisis, los medios de comunicación social intervienen, a menudo, como factores de ulterior malestar. Los mensajes que llevan presentan, no raramente, una visión deformada de la naturaleza de la familia, de su fisonomía, de su papel educativo. Además, pueden introducir entre sus componentes ciertos hábitos negativos de fruición distraída y superficial de los programas, de pasividad acrítica ante sus contenidos, de renuncia a la mutua confrontación y al diálogo constructivo. En particular, mediante los modelos de vida que presentan, con la sugestiva eficacia de la imagen, de las palabras y de los sonidos, los medios de comunicación social tienden a sustituir a la familia en el papel de preparación a la percepción y a la asimilación de los valores existenciales.

Es necesario al respecto subrayar la influencia creciente que los mass-media, especialmente la televisión, ejercen en el proceso de socialización de los muchachos, facilitando una visión del hombre, del mundo y de las relaciones con los demás que, a menudo, difiere profundamente de aquella que la familia trata de transmitir. A veces los padres no se cuidan suficientemente de esto. Preocupados en general de vigilar las amistades que mantienen sus hijos, no lo están igualmente respecto de los mensajes que la radio, la televisión, los discos, 1a prensa y las historietas gráficas llevan a la intimidad "protegida" y "segura" de su casa. Es así como los mass-media entran a menudo en la vida de los jóvenes; sin la necesaria mediación orientadora de los padres y educadores, que podría neutralizar los posibles elementos negativos y valorizar en cambio debidamente las no pequeñas aportaciones positivas, capaces de servir al desarrollo armonioso del proceso educativo.

Es indudable, además, que los medios de comunicación social representan también una fuente preciosa de enriquecimiento cultural para el individuo y para toda la familia. Desde el punto de vista de esta última, en particular, no hay que olvidar que estos medios pueden contribuir a animar el diálogo e intercambio en la pequeña comunidad y ampliar sus centros de interés abriéndola a los problemas de la gran familia humana; consienten además una cierta participación en los acontecimientos religiosos lejanos, que pueden constituir un motivo de singular consuelo para enfermos e imposibilitados. El sentido de la universalidad de la Iglesia y de su presencia activa en la solución de los problemas de los pueblos se hace, de este modo, más profundo. Así, pues, los medios de comunicación social pueden contribuir mucho a acercar los corazones de los hombres en la simpatía, en la comprensión y en la fraternidad. La familia puede abrirse con su ayuda a sentimientos más estrechos y profundos hacia todo el género humano. Beneficios éstos que deben ser debidamente valorados.

A fin de que la familia pueda obtener estos beneficios del uso de los mass-media, sin sufrir los condicionamientos negativos, es necesario que sus componentes, y en primer lugar los padres, se sitúen en una posición activa ante éstos, procurando afinar las facultades críticas y renunciando a la pasividad ante los mensajes transmitidos, para mejor comprender y juzgar los contenidos. Será necesario, además, decidir de manera autónoma el tiempo que se dedicará a la utilización de los medios de comunicación social, teniendo en cuenta las actividades y compromisos que la familia como tal, y cada uno de sus miembros tienen que atender.

En síntesis: corresponde a los padres educarse a si mismos, y al mismo tiempo a los hijos, a entender el valor de la comunicación, a saber elegir entre los varios mensajes vinculados a la misma, a recibirlos con selección y sin dejarse avasallar sino más bien reaccionando de manera responsable y autónoma. Cuando esto se cumple bien, los medios de comunicación dejan de interferirse en la vida de familia a modo de competencia peligrosa que insidia las funciones fundamentales, y se muestran, en cambio, como ocasión preciosa de confrontación razonada con la realidad y como útiles componentes del proceso gradual de maduración humana que exige la introducción de la juventud en la vida.

Responsabilidad de los profesionales

Es evidente que en esta delicada tarea las familias deben poder contar en no pequeña medida con la buena voluntad, rectitud y sentido de responsabilidad de los profesionales de los mass-media —editores, escritores, productores, directores, dramaturgos, informadores, comentaristas y actores, categorías todas en que prevalecen los laicos—. Quiero repetir a estos hombres y mujeres cuanto dije el año pasado en uno de mis viajes: "Las grandes fuerzas que configuran el mundo —política, mass-media, ciencia, tecnología, cultura, educación e industria— constituyen precisamente las áreas en las que los seglares son especialmente componentes para ejercer su misión" (Limerick, l de octubre de 1979).

No hay duda de que los mass-media son hoy una de las grandes fuerzas que modelan el mundo y que en este campo un creciente número de personas, bien dotadas y altamente preparadas, está llamado a encontrar el propio trabajo y la posibilidad de ejercer su propia vocación. La Iglesia piensa en ellos con afecto atento y respetuoso, y reza por ellos. Pocas profesiones requieren tanta energía, dedicación, integridad y responsabilidad como ésta y, además, al mismo tiempo, pocas son las profesiones que tengan tanta incidencia en los destinos de la humanidad.

Invito, por lo tanto, vivamente a todos aquellos que se ocupan de actividades relacionadas con los medios de comunicación social a que se unan a la Iglesia en esta Jornada de reflexión y plegaria. Pidamos juntos a Dios que estos hermanos nuestros crezcan en la conciencia de sus grandes posibilidades de servicio a la humanidad y de orientación del mundo hacia el bien. Pidamos para que el Señor les de la comprensión, sabiduría y valor que necesiten para poder responder a sus graves responsabilidades. Pidamos para que estén siempre atentos a las necesidades de los receptores, que en gran parte son miembros de familias parecidas a las suyas, con padres a menudo demasiado cansados, tras una dura jornada de trabajo, para poder mantenerse lo suficientemente atentos, y con niños llenos de confianza, impresionables y fácilmente vulnerables. Si quieren tener presente todo esto, pensarán en las enormes resonancias que su actividad puede tener para el bien o para el mal, y se esforzarán en ser coherentes consigo mismos y fieles a su vocación personal.

Mi especial bendición apostólica se dirige hoy a todos aquellos que trabajan en el campo de las comunicaciones sociales, a todas las familias y a cuantos, mediante la oración, la reflexión y el diálogo, tratan de situar estos importantes medios al servicio del hombre y de la gloria de Dios.

Vaticano, 1 de mayo de 1980.

JOANNES PAULUS PP. II



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