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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA SOBRE LAS POLÍTICAS CULTURALES
ORGANIZADA EN MÉXICO POR LA UNESCO
*

 

Excelentísimo Señor
Amadou Mahtar M’Bow
Director General de la UNESCO

1. La Conferencia sobre las políticas culturales, manifestación mundial organizada por la UNESCO y a punto de inaugurarse en México, reviste una gran importancia.

Será una ocasión propicia para hacer un balance de la experiencia adquirida en materia de políticas y de prácticas en el campo de la cultura después de la Conferencia Intergubernamental sobre los aspectos institucionales, administrativos y financieros de las políticas culturales, organizada por la UNESCO en 1970.

¿Quién no constata, en efecto, los cambios importantes en la vida de la humanidad ocurridos en el pasado decenio, después de la Conferencia de Venecia? Ha llegado el momento de suscitar una reflexión en profundidad acerca de los problemas fundamentales de la cultura en el mundo contemporáneo. Baste subrayar la necesidad de reforzar la cooperación cultural internacional así como la dimensión cultural del desarrollo. Cada vez se ve más claro, en efecto, que el progreso cultural está íntimamente ligado a la construcción de un mundo más justo y más fraterno.

Consciente de lo que podrá significar esta Conferencia para el futuro, y en razón de los estrechos lazos que unen a la Iglesia católica con la Organización que Ud. dirige con tanta competencia y dedicación, la Santa Sede estará representada en el encuentro de México por una Delegación de observadores, deseando expresar así su interés y su estima, al mismo tiempo que sus más fervientes deseos de un éxito total.

2. Desde el nacimiento de la UNESCO, la Iglesia católica ha seguido cuidadosamente sus programas, sobre todo en el campo de la cultura, y se ha mostrado siempre dispuesta a toda posible cooperación.

Es su intención continuar obrando de esta manera en el futuro, de forma generosa, con una gran apertura de espíritu, y con la convicción de que seguirá encontrando las mismas disposiciones por parte de la UNESCO.

3. Reflexionar sobre la Iglesia y sus relaciones con la cultura significa encontrar en su pasado milenario un motivo de justo orgullo, extraer de su actividad actual un precioso testimonio acerca del valor de su misión y estimular a todos sus hijos en la tarea entusiasmante de preparación y formulación de su programa para el futuro.

Considerar, por otra parte, la acción de la UNESCO en favor de la cultura significa contemplar a los pueblos del mundo, estrechándose la mano más allá de las fronteras, y, reconociendo el valor inmenso de toda cultura, deseosos de favorecer el desarrollo de la comprensión mutua así como el común y fecundo esfuerzo que tiene como meta la elevación integral de la humanidad.

4. Las relaciones de la Iglesia con la UNESCO encuentran efectivamente su justo lugar en la amplia red de relaciones que mantiene la Iglesia con el mundo de las organizaciones internacionales. Esta red, que usted conoce bien, concierne no sólo a la Santa Sede sino también a la base viva de la misma Iglesia. Son las exigencias de la humanidad, vistas a la luz de Dios, las que estimulan la inteligencia y la caridad de los cristianos de cara a una iniciativa internacional que compromete la responsabilidad de la Iglesia frente a los hombres y, de manera específica, la responsabilidad de los cristianos en sus sectores de trabajo.

Estos cristianos se harán presentes con toda la riqueza de su espíritu; aportarán una contribución de valor excepcional a la construcción del futuro, actuando según su conciencia cristiana y sabiendo que la organización no representa todo pero que es necesario tener un convencido respeto de las leyes íntimas de la vida.

5. El hombre es el centro, el eje al que se refiere y se dirige todo lo concerniente a la cultura. No es posible separar concepción del hombre y promoción cultural. Como tampoco lo sería tener esta concepción del hombre sin referirse a la dimensión espiritual y moral del hombre mismo.

Es justamente esta dimensión espiritual, intrínseca al ser humano en toda su profundidad, la que podrá evitar definiciones parciales e incompletas de la cultura y permitirá que la cultura esté al servicio del bien auténtico del hombre y de la sociedad, al servicio de la promoción de una mejor calidad de vida tanto del individuo como de la sociedad.

Todo esto nos ayuda a entender que una auténtica política cultural debe mirar al hombre en su totalidad, es decir, en todas sus dimensiones personales —sin olvidar los aspectos éticos y religiosos— y en sus dimensiones sociales.

Se sigue de aquí que las políticas culturales no pueden hacer abstracción de la visión espiritual del hombre en la promoción de la cultura. En los años que vienen, estas políticas deberán perseguir, de manera realmente decisiva, los objetivos siguientes:

— orientación más marcada de la cultura hacia la búsqueda desinteresada de la verdad y de los valores humanos; redescubrimiento de estos valores como respuesta a modelos de vida que son más avanzados sólo en apariencia;

— promoción de una cultura que resalte cada vez más la dignidad de la persona humana, de la vida humana, de su respeto y su defensa; es decir, una cultura que tienda efectivamente a la promoción de la vida humana y no a su destrucción;

— colocación de la técnica en su justo lugar, precisando bien su carácter de servicio al hombre. En este campo es urgente dedicarse a una reflexión sobre la ética. Una evolución científica y técnica que quisiera prescindir de los valores éticos se volvería progresivamente contra el destino del hombre mismo.

6. Al terminar este mensaje, quisiera, Señor Director General, presentarle mis deferentes y cordiales saludos para usted y para todos los colaboradores de la UNESCO, al tiempo que formulo mis mejores deseos para los trabajos de la Conferencia de México.

¡Que Dios bendiga a la UNESCO y sus felices iniciativas!

Vaticano, 24 de julio de 1982

JUAN PABLO II


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 35, p.9.



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