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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL FINAL DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES


Capilla Matilde del Palacio Apostólico
Sábado 14 de marzo de 1981

 

"Agimus tibi gratias".

Ha llegado el momento de dar gracias. Debemos dar gracias a Cristo, nuestro Señor, por esta comunidad que nos ha permitido construir durante los últimos cinco días. Debemos darle gracias por este don cuaresmal de los ejercicios espirituales. Es una comunidad que se puede llamar "profética". Debemos darle gracias por el don de la comunidad profética que hemos constituido todos nosotros durante estos días; la comunidad profética que recibe la Palabra de Dios, que se identifica con la Palabra de Dios, que vive la Palabra de Dios. En el silencio de los ejercicios espirituales se vive la Palabra de Dios en el silencio para vivirla después en las diversas circunstancias, en las diversas tareas, en toda la misión que nos ha sido confiada al servicio de la Sede Apostólica de Pedro.

Debemos mostrar una gratitud profunda, una gratitud recíproca los unos para con los otros, porque en este verdadero oficio divino hemos sido testigos para los demás hermanos y colaboradores; más aún, hemos sido testigos los unos para los otros, cada uno para cada uno. Tal ha sido el carácter de esta semana, para nuestra comunidad profética, porque ha sido formada por la Palabra de Dios, constituida por la Palabra de Dios, centrada en la Palabra de Dios. Profética también por el tema central de estos ejercicios: "Eritis mihi testes". Y aqufí nuestra gratitud se dirige a nuestro amadísimo predicador de los ejercicios. Le estamos agradecidos por habernos dirigido durante estos días. Es verdad que todos nosotros hemos constituido una comunidad profética, durante los ejercicios, poro el que hablaba con voz humana y con inspiración evangélica era nuestro predicador. Debemos darle gracias por este testimonio que nos ha dado con su predicación cuaresmal, con todas las pláticas que hemos seguido con profundísima atención y, esperamos, con gran fruto espiritual. Le estamos agradecidos por esta predicación tan rica espiritualmente, rica con toda la riqueza de la Palabra de Dios, rica con toda la belleza de la Palabra de Dios: rica precisamente a través de la larga meditación, de la profunda maduración, realizada en el alma de nuestro predicador. Le estamos agradecidos por este testimonio, auténtico testimonio de fe, una fe que se nutre —y esto lo hemos palpado— de la Palabra de Dios en la meditación; una fe que, madurada en la conciencia y en el corazón, se manifiesta después como un fruto maduro, un fruto —también hemos podido constatar esto— de un gran trabajo, de una gran preocupación pastoral, apostólica; por todo esto estamos agradecidos: damos las gracias a nuestro predicador, damos las gracias al Señor que nos ha mostrado todo esto y nos ha traído todo esto con nuestro predicador.

El tema, tan bien elegido, ha sido muy sustancial: "Eritis mihi testes"; diría que no se podía encontrar un tema más adecuado para esta comunidad que debía participar en los ejercicios. Y además, ha sido presentado muy profundamente, con mucho fervor y celo, con mucha fuerza. Ciertamente hemos sentido la belleza de la Palabra de Dios, pero hemos sentido también su fuerza; y esto, gracias a nuestro predicador, que nos ha mostrado esta fuerza de la Palabra de Dios para transmitírnosla.

Le agradecemos también las preguntas que nos ha planteado siempre, desde la primera plática. La pregunta central: "¿Soy yo testigo de Cristo?; y, luego, todas las otras, que nos han ayudado a hacer un examen de conciencia, a entrar en ese sagrario de nuestras conciencias, y a buscar las respuestas; así hemos podido no sólo admirar la belleza de la Palabra de Dios, sino plantearnos nosotros mismos las preguntas y encontrar las respuestas a cada una.

De este modo se ha realizado esta obra durante cinco días, una obra bendecida por Dios; y ahora, al concluirla con el "Magnificat", queremos dar gracias a nuestro Señor y a su Madre, con las palabras de la Virgen; queremos agradecer este gran don cuaresmal. Que el Señor recompense el gran trabajo apostólico de nuestro predicador, y nos ayude a todos a vivir largamente en el espíritu de estos ejercicios.

 



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