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ORACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Plaza de España, Roma
Jueves 8 de diciembre de 1983

 

1. ¡Inmaculada!

¡Madre de Dios y de los hombres!

La Ciudad de Roma te saluda hoy, en este lugar histórico.

2. Venimos a Ti en el Año Santo de la Redención para venerar
la obra estupenda que la Santísima Trinidad ha realizado en Ti, con
la generación de Cristo, Redentor del mundo e Hijo tuyo: en el Año
Jubilar
damos gracias a Dios por Ti, primera entre los redimidos:
por Ti preservada —entre todos los hijos de Adán— del pecado
original.

3. ¡Oh María! Sé Madre de nuestra liberación de todo mal: del
mal que agrava la conciencia del hombre, y del que cada vez más
amenazadoramente oscurece el horizonte de nuestro siglo.

4. ¡Tú eres la luz del primer Adviento! Tú eres la estrella matutina que precede la venida del Mesías. Ahora que la Iglesia y la humanidad se acercan al final del segundo milenio de la venida de Cristo, sé para nosotros la luz de este nuevo Adviento, sé su estrella matutina, ¡para que no nos envuelvan las tinieblas!

5. Precisamente al final del segundo milenio se acumulan sobre el horizonte de toda la humanidad nubes tremendamente amenazadoras, y las tinieblas caen sobre las almas humanas.

6. Intervén, Tú, oh María, y habla, con tu voz persuasiva de
madre, al corazón de los que deciden los destinos de los pueblos,
para que mediante el diálogo hallen los caminos de honorables y
justos arreglos de los contrastes que los enfrentan. Convence a los
hombres en guerra por las diversas partes del mundo a que acojan la súplica de paz, que les llega de los pueblos martirizados e
indefensos.

7. Reaviva, oh María, en el corazón de todos el sentido de la
solidaridad humana con el que, carente de los bienes esenciales,
muere de hambre; con el que, prófugo de la patria, busca refugio
para si y los suyos; con el que, al estar sin empleo, ve peligrosamente amenazado su porvenir.

8. Protege, oh María, el candor de la inocencia en los niños de
hoy, que serán los hombres del futuro milenio. En tu Inmaculada
Concepción reflejas con fulgor único la Luz que vino al mundo: Cristo Señor.

¡Que esta Luz nos guíe hacia el futuro!

¡Espejo de justicia! Reina y Madre de la paz!

¡Salus Populi Romani!

Que estés con nosotros ahora, siempre y en la hora de nuestra
muerte,
Amén.

 



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