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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A COLOMBIA

ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON LOS MIEMBROS DE LA CONFEDERACIÓN
LATINO AMERICANA DE RELIGIOSOS (CLAR)

Bogotá, miércoles 2 de julio de 1986

 

1. Con gozo saludo a la Presidencia y a los representantes de las cuatro Regionales de la CLAR, que habéis querido venir a visitarme a la Nunciatura Apostólica, con motivo de mi estancia en Bogotá, donde se encuentra también la sede de vuestra Confederación.

Aprovecho la ocasión para saludar en vosotros a todos los que representáis, es decir, a todas las Conferencias Nacionales de Superiores Mayores de Religiosos de América Latina y a través de ellas a toda la inmensa multitud de religiosos y religiosas que viven su consagración y su servicio en este gran continente de la esperanza, y de quienes depende tanto la presencia eficaz de la Iglesia en el ámbito de la evangelización y de las múltiples obras pastorales y de asistencia.

Junto con este saludo quiero agradeceros la fidelidad al Señor en vuestra consagración religiosa, el trabajo silencioso y eficaz de tantos religiosos y religiosas, así como la presencia y el servicio que prestan en toda América Latina, su disponibilidad para colaborar con los obispos, su rica y multiforme aportación a la misión evangelizadora para que resplandezca la comunión eficaz en la variedad de todos los carismas, suscitados por el Espíritu para el bien de la Iglesia.

2. Quiero felicitaros también porque recientemente habéis celebrado los 25 años de la CLAR y habéis recibido, aprobados por la Santa Sede, los Estatutos de vuestra Confederación Latinoamericana de Religiosos, actualizados y acomodados al nuevo Código de Derecho Canónico y a las necesidades presentes de la vida religiosa en América Latina.

En ellos se han fijado con claridad la naturaleza y los objetivo de la CLAR. La Santa Sede ha depositado su confianza en vuestra tarea, al mismo tiempo que pide vuestra colaboración, fidelidad y responsabilidad en unos momentos de gran trascendencia para la evangelización de América Latina y del mundo.

Vuestro servicio de coordinación entre las Conferencias Nacionales de Superiores Mayores de Religiosos, os hace instrumento singular de esa comunión y participación que tenéis que vivir y promover en sintonía plena con toda la Iglesia en América Latina.

Los religiosos, por la dimensión eminentemente comunitaria de vuestra vida consagrada, tenéis que ser testimonio de comunión eclesial dentro de la variedad y complementariedad de vuestros propios carismas y de vuestras tareas específicas de apostolado.

3. Estáis llamados a promover la comunión eclesial con el Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM) y con cada una de 1as Conferencias Episcopales, con el debido respeto y sumisión a los Pastores de las Iglesias particulares, a quienes el Señor ha confiado el gobierno de cada porción de la Iglesia, que son la diócesis en las que los religiosos han de estar integrados en comunión con 1os otros miembros del Pueblo de Dios.

De la misma manera os incumbe la labor de coordinación entre las diversas Conferencias Nacionales de Superiores Mayores, a fin de favorecer el conocimiento mutuo, la colaboración y la formación de tantos religiosos y religiosas en América Latina, lo cual redunda en un enriquecimiento de vida espiritual y de experiencias apostólicas.

La confianza que en vosotros ponen los religiosos y religiosas de este continente es motivo de responsabilidad para que la CLAR manifieste en todo una firme adhesión al Magisterio del Papa, a las directrices de la Santa Sede y de los obispos, y promueva la autenticidad de la vida religiosa y de los diversos carismas, respetando y favoreciendo en el diálogo común la índole propia de cada instituto.

4. Es inmenso el potencial evangélico y eclesial que la vida religiosa ha desarrollado en la evangelización de América Latina. Cuando ya se ha iniciado la novena de preparación de las celebraciones del quinto centenario de la evangelización conviene recordar la responsabilidad que incumbe a los religiosos en esta nueva evangelización del continente, poniendo delante de vosotros el amor de vuestros fundadores y fundadoras por la Iglesia, por su expansión misionera, por su presencia salvadora en todas las latitudes y en todos los estamentos de la sociedad.

En esta nueva evangelización a la que la Iglesia en América Latina está convocada, escribid nuevas páginas de santidad y de entrega a vuestro ideal evangélico de pobreza, castidad y obediencia, en todos los lugares y medios en los que estáis presentes. Sea la oración la fuente vital de vuestra permanente consagración. Como lo he expresado en la Encíclica Dominum et Vivificantem, “nuestra difícil época tiene especial necesidad de la oración” . Con vuestra plegaria contribuiréis de modo eficaz a la renovación de la vida espiritual que, sin duda, redundará en la autenticidad evangélica de vuestro testimonio en favor de los más necesitados “en labor callada y humilde” (cf Puebla, 733).

5. Sabéis bien que vuestra misión es la del servicio y que el servicio eclesial tiene siempre el sello inconfundible de la comunión y de la participación para la misión. Estad siempre al servicio de la vida religiosa para que no decaiga nunca la ilusión de ser “seguidores de Jesús”, signos de la presencia de la acción del Espíritu, hijos fieles de la Iglesia y colaboradores en la difusión del Evangelio, entre todos los religiosos y religiosas de América Latina.

Vosotros que sois expertos en vida evangélica escribid con vuestra vida el Evangelio de Jesús en esta tierra y en esta época, haciendo presente a Cristo en la múltiple y variada expresión de su amor al Padre y a los hermanos. Que vuestro apostolado sea una consecuencia de vuestro encuentro, imitación y configuración con el Señor.

Que os ayude en esta tarea la Virgen María, tan querida por todos los pueblos latinoamericanos. Ella es el modelo cabal de la fidelidad y del servicio, de la comunión con Cristo y de la abnegada cooperación con toda su existencia a la obra de la salvación. A Ella os encomiendo, para que su recuerdo sea siempre para todos vosotros motivo de fidelidad en vuestra consagración y de generoso servicio evangélico en comunión plena con la misión de la Iglesia.

Con mi Bendición Apostólica.

 



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