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VIAJE APOSTÓLICO A GUATEMALA,
NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

 SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES EN LA BASÍLICA DEL «CRISTO NEGRO»

Esquipulas, martes 6 de febrero de 1996

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

He venido a orar ante la imagen del Santo Cristo de Esquipulas. Desde hace cuatro siglos los hombres y mujeres creyentes de estas amadas tierras se han postrado, llenos de amor y confianza ante el Cristo, que el paso del tiempo y las expresiones de devoción han ennegrecido. Esta imagen, tan venerada por los guatemaltecos y los habitantes de los Países vecinos, es como una luz que nos revela el camino hacia Dios.

La Cruz de Jesús tiene un valor y un significado siempre vivo y actual, pues de ese madero brotan incesantemente para todos los frutos de la Redención. En ella están las raíces de la vida nueva a la vez que nos abre continuas esperanzas y perspectivas (cf. Ut unum sint, 1). Por eso, hemos de alimentar nuestra fe con una continua meditación del misterio redentor que se realizó de una vez para siempre en el Gólgota.

Junto a esta entrañable imagen están la Virgen María, el apóstol Juan y María Magdalena. Ellos son testigos de aquel sublime momento y nos invitan a permanecer en actitud de fe y devoción junto a la Cruz de la que nos viene la salvación.

Pido a Dios —por con la intercesión de la Virgen, que nos fue dada como Madre en el Calvario, y la de quienes han llevado a cabo su itinerario espiritual en la contemplación del misterio de la cruz—que también nosotros por la meditación frecuente de la obra de nuestra salvación, obtengamos abundantemente sus frutos. Con estos deseos, os bendigo a todos de corazón para que proclaméis ante el mundo la fuerza de la Cruz.

 



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