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VIAJE APOSTÓLICO A GUATEMALA,
NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

CEREMONIA DE DESPEDIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Aeropuerto internacional de Managua
Miércoles 7 de febrero de 1996

 

Señora Presidente,
hermanos en el episcopado,
excelentísimas autoridades,
miembros del Cuerpo Diplomático,
amadísimos hermanos y hermanas:

1.Al llegar el momento de la despedida, quiero renovar mi acción de gracias a Dios por las intensas experiencias vividas en estas inolvidables horas en que he permanecido en el suelo patrio nicaragüense. En las celebraciones que he presidido he podido apreciar el inquebrantable amor de este pueblo a Jesucristo, presente en el sacramento de la Eucaristía, a su Madre Inmaculada y al Papa. Por ello, no quiero partir sin dejar, una vez más, mi mensaje de esperanza que ilumine a los hijos e hijas de esta noble Nación, para proseguir por las sendas de la paz y la reconciliación, de la libertad y la justicia, construyendo así la sociedad que todos anhelan.

Deseo que esta visita del Papa no quede solamente como un recuerdo, un buen recuerdo. He querido llegar al corazón de cada uno de vosotros para hablaros en nombre de Jesucristo y recordaros el camino que, por llevar hacia Él, conduce a la felicidad individual y colectiva.

2. Esta segunda Visita Pastoral me ha permitido constatar los nuevos y positivos cambios operados en el país. Sin embargo, persisten aún algunos males y peligros que afectan a amplias capas de la población. Superada la guerra civil y la tentación de formas totalitarias, quedan por vencer las plagas terribles de la pobreza y de la ignorancia, y que tienen sus manifestaciones en el elevado número de personas sin puesto de trabajo, en los hogares que viven en situación de extrema necesidad, en los niños y jóvenes que no reciben aún la adecuada instrucción.

Es responsabilidad de los gobernantes hacer frente a esas situaciones, pero no es menor la de todos los sectores de la sociedad y de cada uno de los ciudadanos. Se requiere el esfuerzo conjunto y coordina-do de todos, superando intereses particulares y partidistas, para caminar hacia un progreso moral y espiritual, humano y social, basado en la educación en los auténticos valores, capaces de hacer de Nicaragua una Nación que sobresalga entre todas las del Continente.

3. También la Comunidad internacional, representada aquí por los Miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante esta República, debe ayudar ofreciendo, como en el pasado, su colaboración. Es comúnmente sentida la necesidad de promover programas eficaces de ayuda e intercambio que estén orientados a mejorar la productividad, crear nuevos puestos de trabajo y evitar que los reajustes económicos reviertan desfavorablemente sobre las numerosas y menos favorecidas capas de la sociedad. La Iglesia no tiene respuestas técnicas para estos problemas, pero sí quiere, en nombre del Evangelio, decir su palabra para que se promuevan la solidaridad internacional y la conciencia cada vez más viva de la responsabilidad de cara a hacer más favorables para todos las condiciones de vida (cf. Gaudium et spes, 57).

4. Al disponerme a proseguir mi viaje, quiero expresar mi sincera gratitud y reconocimiento a cuantos han hecho posible esta consoladora Visita Pastoral. A la Señora Presidente y a su Gobierno, por el esfuerzo desplegado para asegurar su éxito. Al Señor Cardenal y a los miembros de la Conferencia Episcopal que, juntamente con los sacerdotes, religiosos y fieles, se han prodigado no sólo en la organización sino también en su preparación y animación espiritual. A cuantos, en definitiva, han prestado un servicio para la realización de la misma. A todos, muchas gracias.

¡Nicaragua! ¡Nicaragua de María! ¡Que la Purísima te proteja! ¡Que Dios te bendiga!

Muchas gracias. Hasta otra vez.

 



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