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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA RELIGIÓN Y LA PAZ

 

A mi venerado hermano
Cardenal Peter SEIICHI SHIRAYANAGI
Arzobispo emérito de Tokio

He sabido con alegría que la Conferencia mundial sobre la religión y la paz celebrará su trigésimo aniversario con un acto conmemorativo en Kioto los días 27 y 28 de noviembre de este año. Le ruego tenga la amabilidad de transmitir a todos los presentes mis mejores deseos y la seguridad de mi apoyo. Dios, origen y destino de todo, nos ha creado para convivir en armonía. Por eso, es conveniente celebrar el hecho de que personas pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas se reúnan y colaboren con espíritu de amistad y solidaridad en la construcción de un mundo de paz. Pido a Dios que vuestros esfuerzos sigan siendo bendecidos abundantemente con el éxito.

La Iglesia católica sigue con gran interés la obra de reconciliación realizada por la Conferencia mundial sobre la religión y la paz en muchas partes del mundo. Promover el diálogo significa crear vínculos de amistad entre los pueblos. Significa establecer nuevas relaciones entre los grupos, y enseñar la comprensión y el respeto entre los seguidores de las diversas tradiciones religiosas.

Durante los últimos años, la Conferencia mundial sobre la religión y la paz ha promovido particularmente la reconciliación de las comunidades que están desunidas por conflictos y guerras

Vuestros esfuerzos por ayudar a las personas afectadas por el odio y la violencia manifiestan una verdad que yo también he tratado de afirmar en muchas ocasiones, es decir, que la religión no es y no debe convertirse en un pretexto para la hostilidad, especialmente cuando coinciden las identidades religiosas, culturales y étnicas.

Frente a los urgentes problemas de la actual sociedad global, todas las religiones deben sentirse llamadas a renovar sus esfuerzos de cooperación para promover la vida humana y su dignidad, defender la familia, aliviar la pobreza, fomentar la justicia, y ayudar a preservar el ecosistema de nuestra tierra. Conviene tener muy presentes las palabras del Mensaje de los participantes en la asamblea interreligiosa que se celebró en el Vaticano en octubre de 1999:  "La colaboración entre las diversas religiones debe fundarse en el rechazo del fanatismo, del extremismo y de los antagonismos recíprocos, que llevan a la violencia. Todos somos conscientes de la importancia de la instrucción como medio para promover la comprensión mutua, la cooperación y el respeto" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de noviembre de 1999, p. 7).

Conservo un grato recuerdo de la bienvenida que brindé, en la sala del Sínodo del Vaticano, a los presentes en la ceremonia inaugural de la VI Asamblea de la Conferencia mundial sobre la religión y la paz. Me agradaría repetir lo que dije en aquella ocasión:  "Salvar el mundo mediante el compromiso de las religiones en favor de la paz significa que con fe y esperanza dirigís vuestra mirada al único Dios, en el que "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28), para llegar a ser mejores instrumentos suyos en la realización del verdadero destino del hombre aquí y en el más allá" (Discurso del 3 de noviembre de 1994, n. 5:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de noviembre de 1994, p. 4).

Oro para que las celebraciones del trigésimo aniversario en Kioto os brinden la ocasión de renovar vuestro compromiso en  favor  de los nobles objetivos de la Conferencia mundial sobre la religión y la paz. Dios bendiga vuestros esfuerzos.

Vaticano, 1 de noviembre de 2000

JUAN PABLO II

 



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