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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE 

Aeropuerto de Bakú,
Miércoles 22 de mayo de 2002

 

Señor presidente;
ilustres autoridades civiles y religiosas;
amables señoras y señores:

1. Os saludo cordialmente a todos. Acepté con viva gratitud, señor presidente, su reiterada invitación a visitar este noble país y ahora deseo manifestarle mi alegría por el don que me ha concedido Dios de venir a tierra azerí para encontrarme con sus habitantes.

Gracias por las corteses palabras de bienvenida que ha querido dirigirme. Este viaje se realiza en el décimo aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Azerbaiyán y la Santa Sede. La independencia, conquistada después de una larga dominación extranjera, se ha vivido en estos años entre numerosas dificultades y sufrimientos, pero sin perder nunca la esperanza de poder construir en libertad un futuro mejor. Así la nación ha visto crecer y consolidarse los contactos con los demás pueblos. Ello ha contribuido a un enriquecimiento recíproco, que sin duda dará sus frutos en los próximos años.

2. Al llegar a este antiquísimo país, traigo en mi corazón la admiración por la variedad y la riqueza de su cultura. Vuestra nación, con su multiforme y específica connotación caucásica, se ha enriquecido con la aportación de diversas civilizaciones, especialmente de la pérsica y la turania. Grandes religiones han estado presentes y activas en esta tierra:  el zoroastrismo ha convivido con el cristianismo de la Iglesia albanesa, tan significativa en la antigüedad. El islam ha desempeñado un papel cada vez mayor, y hoy es la religión de la mayoría de la población de Azerbaiyán. Asimismo, el judaísmo, presente aquí desde tiempos muy antiguos, ha dado su contribución original, muy apreciada también hoy.

Incluso después de haberse debilitado el fulgor inicial de la Iglesia, los cristianos han seguido conviviendo con los fieles de otras religiones. Eso ha sido posible gracias a un espíritu de tolerancia y acogida recíproca, que no puede por menos de ser motivo de orgullo para el país. Hago votos y elevo oraciones a Dios para que las tensiones que puedan existir se superen pronto y todos encuentren paz en la justicia y en la verdad.

3. Azerbaiyán es una puerta entre Oriente y Occidente. Por esto, no sólo reviste un valor estratégico muy importante, sino también un valor simbólico de apertura e intercambio, que, si se cultiva adecuadamente por parte de todos, podrá hacer que la nación azerí desempeñe un papel muy relevante. Ya es tiempo de que Occidente redescubra, no sólo el pleno respeto al Oriente, sino también el deseo de un encuentro cultural y espiritual más intenso con los valores que entraña.

Desde esta puerta de civilización, que es Azerbaiyán, dirijo hoy un apremiante llamamiento a esas tierras que son escenario de conflictos bélicos, fuente de sufrimientos inenarrables para las poblaciones inermes. Urge el compromiso de todos en favor de la paz. Pero debe tratarse de la paz verdadera, fundada en el respeto mutuo, en el rechazo del fundamentalismo y de toda forma de imperialismo, y en la búsqueda del diálogo como único instrumento válido para resolver las tensiones, sin lanzar a naciones enteras a la barbarie de un baño de sangre.

4. Las religiones, que en este país se esfuerzan por actuar con unidad de propósitos, no son y no deben ser trágico pretexto para enfrentamientos, cuyo origen radica en otra parte. Nadie tiene derecho a invocar a Dios para disfrazar sus propios intereses egoístas.

Aquí, a las puertas del Oriente, cerca de los lugares donde prosigue, cruel e insensato, el estrépito de las armas, quiero alzar mi voz, con el espíritu del encuentro de Asís. Pido a los líderes de las religiones que rechacen toda violencia, porque ofende el nombre de Dios, y promuevan sin cesar la paz y la armonía, en el respeto de los derechos de todos y de cada uno.

Mi pensamiento va también a los emigrantes y a los refugiados de este país y de todo el Cáucaso. Ojalá que, gracias a la solidaridad internacional, se vuelva a encender para ellos la esperanza de un futuro de prosperidad y paz en su tierra de origen y entre sus seres queridos.

5. A los cristianos, y en particular a la comunidad católica de este país, quiero dirigir un saludo particularmente afectuoso. Los cristianos de todo el mundo miran con sincera simpatía a estos hermanos suyos en la fe, convencidos de que, a pesar de su escaso número, pueden dar una aportación significativa al progreso y a la prosperidad de su patria, en un clima de libertad y respeto recíproco.

Estoy seguro de que el Señor recompensará a la comunidad católica, por las dramáticas dificultades que también ella atravesó en el tiempo del comunismo, con el don de una fe viva, de un compromiso  moral ejemplar y de vocaciones locales para el servicio pastoral y religioso.

Al iniciar mi visita a Azerbaiyán, invoco las bendiciones de Dios sobre todos sus habitantes y sobre su compromiso por un futuro de justicia y libertad.

A Azerbaiyán y a su noble pueblo le deseo prosperidad, progreso y paz.

 



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