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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS QUE HABÍAN ACUDIDO A LA BEATIFICACIÓN


Lunes 24 de marzo de 2003

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra encontrarme de nuevo con vosotros esta mañana, después de la festiva celebración de beatificación, que tuvo lugar ayer en la plaza de San Pedro. Os saludo a todos con afecto. Saludo a los cardenales, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los fieles que han venido con esta ocasión. Estos ilustres hermanos nuestros en la fe, a quienes ahora contemplamos en la gloria, participaron de modo singular en la muerte y resurrección de Cristo. En ellos resplandecen elocuentemente los frutos del misterio pascual, que nos disponemos a celebrar con solemnidad al final del camino cuaresmal.

2. Queridos peregrinos que habéis venido para celebrar la beatificación de Pedro Bonhomme, de buen grado os acojo. Me alegra vuestra atención al carisma de este beato vinculado a la historia de la región de Cahors. Saludo muy especialmente a las Religiosas de Nuestra Señora del Calvario, que dan gracias a Dios por su fundador, totalmente entregado a los pobres. Queridas hermanas, os aliento a permanecer fieles al espíritu de servicio que os enseñó. Sacaba la fuerza para su misión del misterio de la Eucaristía, centro de su jornada y de su ministerio, encontrando en María, invocada particularmente en Rocamadour, la protección y la confianza que animaron sus iniciativas. Imitando su ejemplo, vivid plenamente vuestra consagración religiosa, para ser sus testigos.

3. Saludo ahora con gran afecto a los pastores, a las religiosas y a los fieles de lengua española, que han participado en la celebración de ayer. Os sentís vinculados a tres mujeres que se entregaron con heroica generosidad a su vocación cristiana y enriquecieron a la Iglesia con nuevas fundaciones. Me refiero a las beatas españolas Dolores Rodríguez Sopeña y Juana María Condesa Lluch, y a la suiza de alma latinoamericana y universal, madre Caridad Brader. Las tres vivieron en una misma época, alimentaron sólidamente su vida de fe con la oración, la intimidad con la Eucaristía y la tierna devoción a la santísima Virgen María.

4. De entre las virtudes de la beata Caridad Brader, deseo resaltar su ardor misionero, que no se detiene ante las dificultades.

Queridas hermanas Franciscanas de María Inmaculada, imitad con gozo el ejemplo de vuestra fundadora; seguid con abnegación su camino, infundiendo nueva esperanza a la humanidad. Ya tenéis una historia importante; la Iglesia os agradece vuestra misión y os alienta a continuarla con la intercesión y la protección de la madre Caridad.

5. Las religiosas Esclavas de María Inmaculada han visto ayer proclamada beata a su fundadora. La historia de Juana María Condesa Lluch tiene un significado particular en nuestro tiempo.

A vosotras, Esclavas de María Inmaculada, la beata Juana Condesa os ha dejado en herencia la gran sabiduría de saber acercarse a quienes necesitan ayuda material y espiritual, compartiendo su camino y haciendo que este, por la fuerza de la fraternidad, lleve a Dios y al mundo que él quiere. Junto con quienes de un modo u otro comparten vuestras actividades en España, Italia, Panamá, Chile o Perú, os aliento a seguir dando este tipo de testimonio evangélico.

6. Los problemas de la emigración, las tensiones sociales o la globalización de nuestros días, el anticlericalismo manifiesto o solapado, permiten comprender mejor la inspiración que en su día llevó a la beata Dolores Sopeña a consagrar su vida a la evangelización de los alejados de Dios y de su Iglesia.

Su afán apostólico le llevó a fundar tres instituciones, hoy unidas en la "familia Sopeña", que sostienen numerosas obras en España, Italia, Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú y República Dominicana, cuyo objetivo principal sigue siendo la promoción y el anuncio de la buena nueva a las familias del mundo del trabajo, no tan carentes de formación como en otro tiempo, pero siempre necesitadas de Jesucristo.

7. Con afecto cordial saludo a los peregrinos que han venido a Roma con ocasión de la beatificación de Ladislao Batthyány-Strattmann. El recuerdo de este nuevo beato —que está unido tanto al pueblo húngaro como al austriaco— y su testimonio subrayan una vez más cuán importante es para la paz y para la anhelada construcción de la casa común europea, la defensa y la promoción de los valores cristianos, de los que él vivió. Que el nuevo beato no sólo sea para vosotros un protector al cual invocar, sino también un ejemplo que es preciso imitar para seguir con valentía la llamada de Dios.

Queridos peregrinos de lengua húngara, como el beato Ladislao Batthyány-Strattmann, sed también vosotros fieles a la misión recibida al servicio del Evangelio.

8. En este ambiente festivo tiene lugar la entrega al arzobispo de Valencia del "icono de la Sagrada Familia", símbolo de los Encuentros mundiales de las familias, aquí traído por el cardenal Alfonso López Trujillo desde Manila. A monseñor Agustín García-Gasco, a sus colaboradores, a las autoridades aquí presentes, a todos los fieles valencianos, les agradezco el entusiasmo demostrado desde la designación de Valencia como sede del próximo Encuentro, y animo y bendigo los trabajos e iniciativas que llevarán a término para el buen éxito. Que la contemplación de esta imagen a lo largo de estos años preparatorios os sirva de inspiración para seguir trabajando en la defensa y promoción de la institución familiar, tan necesaria para que pueda llevar adelante el cometido que Dios le encomendó, y sea "gaudium et spes", gozo y esperanza de la humanidad, escuela de transmisión de los genuinos valores que el hombre necesita, y lugar de acogida de la vida.

9. Amadísimos hermanos y hermanas, implorando la intercesión de los nuevos beatos para que nos acompañen en el itinerario diario de la vida cristiana, os bendigo con afecto a vosotros, a vuestros seres queridos y a las comunidades cristianas de las que provenís.

 



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