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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA COMUNIDAD DE LA PARROQUIA DE SANTA ANA, EN EL VATICANO


Sábado, 3 de abril de 2004

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os acojo y os saludo con afecto. Saludo a vuestro párroco, padre Gioele Schiavella, al que agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes. Saludo al vicario general de la Orden, que no ha querido faltar a este encuentro, y a los beneméritos religiosos agustinos, así como a sus colaboradores. Saludo a los eclesiásticos presentes, a los representantes de las comunidades religiosas presentes en el territorio parroquial, a las familias y a todos los queridos fieles de la parroquia pontificia de Santa Ana.

2. Vuestra intención es celebrar, con oportunas iniciativas, el 75° aniversario de la fundación de la parroquia, instituida por voluntad de mi venerado predecesor el Papa Pío XI con la constitución apostólica Ex Lateranensi pacto, del 30 de mayo de 1929. Después de la firma de los Pactos lateranenses, que constituían el Estado de la Ciudad del Vaticano, quiso proveer al bien espiritual de los fieles domiciliados en el territorio del nuevo Estado, y encomendó la parroquia a la solicitud pastoral de la Orden de San Agustín.

Desde entonces, la comunidad parroquial ha llevado a cabo una diligente acción pastoral, creciendo en la experiencia de la fe y en la comunión entre sus diversos componentes. Gracias al esfuerzo constante de todos, la iglesia de Santa Ana se ha convertido en un oasis del espíritu, donde se puede orar y participar en celebraciones litúrgicas, realizadas con gran decoro y devoción.

Sé también que en el seno de la parroquia hay diversos grupos dedicados a múltiples actividades apostólicas y evangelizadoras. Además de su esfuerzo por difundir la buena nueva, dan un incesante testimonio de caridad fraterna y solicitud en favor de los hermanos más necesitados.

3. La celebración de los 75 años transcurridos constituye una feliz ocasión para dar gracias a Dios por la fecunda experiencia del pasado. Al mismo tiempo, es una circunstancia oportuna para hallar estímulos y aliento para proseguir el camino emprendido, mirando con confianza al futuro. Deseo que los religiosos  agustinos  y los sacerdotes que les ayudan, así como los agentes pastorales y los feligreses, crezcan cada vez  más  en el impulso espiritual y apostólico.

Amadísimos hermanos y hermanas, vuestra iglesia, situada precisamente en la entrada del Vaticano, es la parroquia a la que me siento particularmente unido. Por eso, os aseguro un recuerdo constante en la oración. Pido al Señor que guíe con su Espíritu a vuestra comunidad, para que sea centro de irradiación del Evangelio y de la paz de Cristo.

4. Además, en la inminencia de la Pascua, me complace desearos que la luz de la pasión, muerte y resurrección de Cristo ilumine toda vuestra existencia. Sólo Jesús puede colmaros el corazón de serenidad, y suscitar en vosotros el deseo de anunciar su Evangelio con alegría y entrega total.

Deseándoos a vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos una santa Pascua, invoco la intercesión de la Virgen María y de su santa madre Ana, y os imparto a vosotros aquí presentes mi bendición, que extiendo a toda la comunidad parroquial.

 



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