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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SIMPOSIO DE LOS OBISPOS DE ÁFRICA Y EUROPA


Sábado 13 de noviembre de 2004

 

Venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Con gran alegría os acojo y saludo a todos con afecto al concluir el simposio de los obispos de África y Europa. Saludo en particular a los presidentes del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa (CCEE) y del Simposio de las Conferencias episcopales de África y Madagascar (SCEAM), y les agradezco las amables palabras que me han dirigido en vuestro nombre. Expreso mi gratitud a cuantos han promovido y colaborado en la realización de este encuentro destinado a incrementar la comunión entre las Iglesias de Europa y de África, afrontando juntos problemas de interés común. Lo dice el tema mismo de vuestro simposio:  "Comunión y solidaridad entre África y Europa".

2. Venerados hermanos en el episcopado, me alegra que hayáis sentido el deseo de profundizar en los vínculos de la fraternidad sacramental, que animan vuestro compromiso pastoral al servicio de Dios y de los hermanos. Este compromiso no puede por menos de traducirse en una constante colaboración, según el estilo del "intercambio de dones". A este propósito, me complace recordar la relación de profundo entendimiento que, a mediados del siglo III, unía a los santos Cornelio y Cipriano, obispos respectivamente de Roma y Cartago. Sus cartas ponen claramente de relieve que la unidad de la Iglesia es edificada por la Eucaristía, y que se manifiesta en una constante búsqueda de cooperación fraterna y solidaria.

Este estilo de amor fraterno constituye un significativo testimonio que los pastores de las Iglesias en Europa y en África están llamados a dar para afrontar los grandes desafíos que se plantean a la fe cristiana en nuestra sociedad globalizada.

3. Vuestro simposio ha favorecido el encuentro y el diálogo entre la cultura y la mentalidad europea y la africana. Se trata de valorar las diversas tradiciones culturales de manera complementaria, para permitir a las diferentes comunidades eclesiales afrontar conjuntamente temas existenciales como la concepción del hombre y de la sociedad, y ámbitos operativos de la pastoral, como la evangelización y las relaciones ecuménicas e interreligiosas.

Además, la conciencia de cumplir la misma misión al servicio del Evangelio en Europa y en África os hará estar cada vez más atentos a las expectativas de la familia universal de los pueblos.

4. Sin embargo, para llevar a cabo esta urgente acción misionera es indispensable cultivar en primer lugar la oración y el contacto personal con Cristo. Por tanto, durante estos días con razón habéis solicitado el apoyo de la oración de vuestras respectivas comunidades eclesiales y, en particular, de numerosos monasterios, esparcidos por los dos continentes. A esta petición coral de ayuda celestial me uno también yo, invocando sobre vosotros la protección de María santísima, Estrella de la evangelización, así como la intercesión especial de san Agustín de Hipona, cuya figura es como un puente entre África y Europa. Precisamente hoy se conmemora el 1650° aniversario de su nacimiento, y durante estos días sus restos están presentes en Roma.

5. Por último, acogiendo la sugerencia del Consejo postsinodal, intérprete de los deseos de los pastores africanos, aprovecho la ocasión para anunciar mi intención de convocar una segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos.

Encomiendo este proyecto a vuestra oración, a la vez que invito cordialmente a todos a implorar del Señor el don precioso de la comunión y de la paz para la amada tierra de África.

Renovándoos mi agradecimiento por vuestra visita, os imparto de corazón una especial bendición a vosotros, a las Conferencias episcopales de África y Europa y a todos los habitantes de los respectivos continentes.



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