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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA PLENARIA
DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA


Sábado 20 de noviembre de 2004

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra recibiros con ocasión de la plenaria del Consejo pontificio para la familia. Dirijo a todos mi saludo cordial. En particular, saludo al señor cardenal Alfonso López Trujillo, al que doy las gracias por los sentimientos expresados.

Sé que el dicasterio trabaja intensamente para difundir el "evangelio de la familia". La expresión es apropiada, porque anunciar la "buena nueva" de la familia, que hunde sus raíces en el corazón de Dios creador, es una misión noble y decisiva. La familia, fundada en el matrimonio, es una institución natural insustituible y un elemento fundamental del bien común de toda sociedad.

2. Quien destruye este entramado fundamental de la convivencia humana, sin respetar su identidad y tergiversando sus tareas, causa una herida profunda a la sociedad y provoca daños a menudo irreparables. Por tanto, con razón queréis reflexionar sobre los diversos aspectos relacionados con la familia, tanto a nivel nacional como internacional. Tampoco en este campo la Iglesia puede apartarse de la norma enunciada por el apóstol san Pedro:  "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29).

En la exhortación apostólica Familiaris consortio ya puse de relieve el "puesto singular que, en este campo, corresponde a los esposos y a las familias cristianas,  en virtud de la gracia recibida en el sacramento", y recordé que esta misión debe ponerse "al servicio de la edificación de la Iglesia" y "de la construcción del reino de Dios en la historia" (n. 71). Esta misión no ha perdido nada de su actualidad, más aún, ha asumido características de excepcional urgencia.

3. Abordando el tema principal de vuestra plenaria -"La misión de los matrimonios maduros y experimentados con respecto a los novios y a los matrimonios jóvenes"-, deseo alentaros a un compromiso renovado en favor de las familias jóvenes. Como dije en la Familiaris consortio, "en la acción pastoral hacia las familias jóvenes, la Iglesia deberá reservar una atención específica con el fin de educarlas a vivir responsablemente el amor conyugal en relación con sus exigencias de comunión y de servicio a la vida, así como a conciliar la intimidad de la vida de casa con la acción común y generosa para edificación de la Iglesia y la sociedad humana" (n. 69).

En ese documento recordé, además, que las familias jóvenes, "encontrándose en un contexto de nuevos valores y de nuevas responsabilidades, están más expuestas, especialmente en los primeros años de matrimonio, a eventuales dificultades, como las creadas por la adaptación a la vida en común o por el nacimiento de hijos" (n. 69).

Por eso, exhorté a los cónyuges jóvenes a acoger cordialmente y a valorar inteligentemente la ayuda discreta, delicada y generosa de otros esposos, que ya desde hace tiempo están realizando la experiencia del matrimonio y de la familia.

4. A este respecto, me complace comprobar la creciente presencia en todo el mundo de movimientos en favor de la familia y de la vida. Su dinamismo, puesto al servicio de los que caminan por la senda del matrimonio recientemente contraído, garantiza una ayuda valiosa para suscitar la respuesta oportuna a la riqueza de la vocación a la que les llama el Señor.

Hace diez años, en la Carta a las familias, destaqué la gran importancia de la rica experiencia de otras familias, especialmente cuando el "nosotros" de los padres, del marido y de la mujer, se desarrolla, por medio de la generación y de la educación, en el "nosotros" de la familia, con el don valiosísimo de los hijos (cf. n. 16). Así, en un clima de colaboración, se construye la iglesia doméstica, santuario de la vida y verdadera columna fundamental para el futuro de la humanidad.

5. Al concluir, mi pensamiento va al V Encuentro mundial de las familias, que tendrá lugar el año 2006 en Valencia (España). Sé que vuestro Consejo pontificio está preparando este acontecimiento, conjuntamente con la archidiócesis de Valencia. Saludo al arzobispo monseñor Agustín García Gasco, aquí presente, y envío un saludo afectuoso a la amada tierra de España, que tendrá el honor de acoger ese acontecimiento.

A la vez que invoco sobre vuestro trabajo la continua asistencia divina, os encomiendo a la intercesión especial de la Sagrada Familia de Nazaret y os bendigo de corazón a todos.   



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