Index   Back Top Print

[ ES  - FR  - IT ]

PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 31 de mayo de 1978

 

La Iglesia, Maestra

El domingo pasado, después de la hermosa ceremonia en honor del Corpus Domini celebrada en la basílica majestuosa y casi de ensueño de San Pablo de Roma, fuimos a dar un vistazo rápido y fugaz al edificio de la nueva escuela profesional todavía en construcción aunque ya casi terminado, a decir verdad, que lleva el título del Apóstol San Pablo, y surge en terrenos próximos a esta basílica histórica y monumental que custodia la tumba del "Doctor de las Gentes" (1 Tim, 2, 7). Nos ha dado consuelo esta novedad tan bella y prometedora que está recibiendo ya cientos de solicitudes de jóvenes del barrio popular allí enclavado, jóvenes deseosos de inscribirse en la nueva escuela y dar así a la propia vida un objetivo noble de estudio y trabajo. Esta visita breve nos ha proporcionado satisfacción íntima, algo así como un sentido de confianza y amistad hacia la juventud que se había aglomerado alrededor de nosotros, llegado allí casi como visitante furtivo.

Se enciende de nuevo en nuestro ánimo la pregunta obsesiva y prosaica: ¿para qué sirve la Iglesia hoy?, ¿qué hace? Una pregunta casi agresiva y subversiva, permeada de la convicción corriente e injustificada a la vez de que la Iglesia en nuestros días ha perdido su razón de ser, devorada ésta por la inutilidad práctica y económica propias de una sociedad que se define materialista al querer calificarse de moderna.

¿Para qué sirve la Iglesia? ¿Qué hace en medio del mundo contemporáneo ajetreado en el trabajo febril productivo y utilitario?

Pues bien, nos pareció que aquel edificio bonito y moderno nos daba una respuesta actual y perenne; a saber: ¡la Iglesia enseña!

Enseñar es una función propia de la Iglesia; la historia lo atestigua.

La historia pasada hace la apología de este arte superior ejercitado por la Iglesia a menudo para suplir a la sociedad civil no del todo formada todavía, y siempre de acuerdo y en armonía con ella, si bien a título propio específico, por no decir exclusivo, que sería lo exacto.

La Iglesia tiene algo que enseñar, algo de su propia competencia, y es la verdad religiosa. Esta no está superada, ni es superflua sino necesaria para el fin superior, trascendente e insustituible propio de la religión; es decir, la vida verdadera, la vida espiritual ahora y la vida que continúa en la eternidad después; pero también necesaria para el fin temporal, presente, si se ha de procurar según principios verdaderos, auténticos, firmes, capaces de expresarse en gran variedad de formas y leyes, sí, pero no en un pluralismo equívoco y discorde que no consiente una interpretación humanamente concorde dentro de un sistema jurídico lógico. Este exige la referencia a lo absoluto, a lo necesario, a lo religioso.

"Id y enseñad", ha ordenado el Maestro de la humanidad, Cristo Señor; esta investidura justifica el derecho-deber pedagógico y didáctico propios de la Iglesia

Es verdad que la Iglesia dispone de otras cátedras que no son las escolares para enseñar sus verdades; pero nadie podrá contestar dos criterios que presiden la enseñanza del hombre. El primer criterio es la unidad o la complementariedad de la doctrina que ha de enseñarse, si se quiere que el espíritu del alumno alcance un desarrollo armónico y feliz. Y el segundo es que la mera enseñanza didáctica no constituye a uno en maestro auténtico, ni forma al hombre en el alumno, si el amor no alienta en los dos, maestro y alumno; esto lleva implícito un centro de enseñanza, un centro cristiano, que con las distintas materias racionales, científicas, morales y religiosas, los una en diálogo completo y sistemático.

Es sabiduría antigua pero no vieja, la que impulsa al maestro de religión a hacerse maestro de un programa de enseñanza que comprenda todo y que haga del centro escolar una palestra educadora con capacidad de enseñar todo, también las materias profanas a la luz superior de la fe religiosa que las ilumine.

Esto lleva a la apología de los centros de enseñanza, sean públicos o privados, a los que enviamos como siempre el saludo ele nuestra simpatía, estima, aliento, y en este momento también el de nuestra bendición apostólica.


Saludos

La audiencia general del miércoles 31 de mayo, tuvo dos partes, pues acudieron al encuentro con el Papa una muchedumbre de niños y muchachos —unos siete mil en total— de colegios y parroquias romanas que se concentraron en la basílica de San Pedro. La segunda parte de la audiencia tuvo lugar en la Sala Nervi.

En la Basílica de San Pedro

(Palabras improvisadas al comienzo del encuentro)
Me hacéis feliz. ¿Seréis fieles también mañana?... Repetídmelo: ¿Seréis fieles también mañana? ¡Qué chicos y chicas tan estupendos tengo delante! Sois la generación nueva que está floreciendo en la Iglesia. Sois los retoños nuevos de la Iglesia. Este es un momento maravilloso y único, porque nunca hemos visto juntos a tantos muchachos romanos... Hacedme una promesa: yo pediré al Señor por vosotros y le pediré que os bendiga.

(Luego leyó el texto que había preparado)

Gracias mil, muchachos queridísimos, por este espectáculo tan hermoso y tan consolador, por esta nota de vitalidad joven, de lozanía cristiana y de plegaria inocente, que ofrecéis esta mañana en el marco espléndido de esta Basílica Vaticana, monumento admirable de arte y de fe. Venís de colegios, parroquias y asociaciones católicas a fin de dar testimonio abierto de vuestros ideales cristianos y de vuestro propósito de prepararos al porvenir con seriedad y entrega. También de esto os damos gracias muy cordiales, que hacemos extensivas asimismo a cuantos os acompañan: vuestros padres, educadores y párrocos que os aman y os enseñan a amar al Señor Jesús, que tiene predilección notoria por vosotros. Pues todos recordáis sus palabras bellísimas: "Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el reino de los cielos" (Mc 10, 14). Y El mismo cogía en brazos a los niños, les ponía la mano sobre 'la cabeza y los bendecía. Con el mismo espíritu os acogemos y abrazamos espiritualmente a todos. Hijos queridísimos, ¿qué os diremos en este encuentro breve y lleno de afecto? Aprovechad esta hermosa ocasión para renovar vuestro entusiasmo, elevar vuestra vida y ennoblecerla con los valores más altos de la fe cristiana; servid de ejemplo y edificación empleando con sabiduría los talentos que os ha dado Dios. Tened el deseo santo de honrar siempre al Señor, acercándoos a El con el corazón lleno de amor y buenos propósitos para el porvenir. Dirigimos esta invitación a todos, pero con especial interés la dedicamos a los que en estos días se han acercado por vez primera a la Mesa eucarística o han recibido el sacramento de la confirmación. Haced todo en el nombre de Jesús, no sólo cuando os entregáis a los deberes del colegio o del estudio, y entre éstos sobre todo al catecismo que os enseña cómo entablar amistad con Jesús; sino también en las horas de descanso y recreo, cantando siempre "y dando gracias a Dios en vuestros corazones" (Col 3, 16). Con estos sentimientos y estos deseos os bendecimos a todos. augurándoos que vuestra sonrisa y el perfume de vuestra inocencia lleguen hasta el corazón de las personas mayores para hacerles saborear el gozo de las cosas sencillas, intactas y puras.

En la Sala de Nervi

(A una representación de habitantes de Bolsena)

Dirigimos un saludo cordial a un grupo selecto de ciudadanos de Bolsena, que han venido aquí para recordar nuestra visita a su ciudad con ocasión de la clausura del 41 Congreso Eucarístico Internacional de Filadelfia. Hijos queridísimos: Queremos agradeceros este momento de recuerdo lleno de gozo, de intimidad familiar y de comunión consoladora, a la vez que recibimos el regalo de un valioso tapiz que quiere ser recuerdo palpable de nuestra peregrinación eucarística. Correspondemos a estas muestras de afecto con amor sincero y con nuestra bendición apostólica.

(A un grupo de Hermanas de Santa Marta)

Saludamos cordialmente a una representación nutrida y cualificada de la congregación de las Hermanas de Santa Marta, que han venido aquí para recordar el primer centenario de su fundación. Carísimas hijas: Al agradeceros vuestra delicadeza y solicitud, nos complacernos en poner de relieve las nobles finalidades de vuestro instituto que os llama, a imitación de vuestra Patrona, a un servicio de entrega continua a Cristo y a la Iglesia, el cual resulta tanto más fecundo cuanto más íntima es la unión con Dios alimentada por la Eucaristía, la meditación asidua de la pasión de Jesús, y la devoción a la Virgen. Animándoos a perseverar con nuevo fervor, os damos de corazón a vosotras, a todas las hermanas y a la familia de cada una, la paterna bendición apostólica.

(A los chicos de la obra salesiana "Borgo Ragazzi Don Bosco")

Deseamos dirigir un saludo afectuoso también al grupo del Borgo Ragazzi Don Bosco de Roma, que celebra ahora los 30 años de fundación. Hijos queridísimos: Queremos unirnos a vuestra alegría por esta fecha que recuerda la vitalidad creciente de la obra que los salesianos han llevado a cabo en el populoso barrio Prenestino siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su Fundador, con entusiasmo y abnegación, desde recién terminada la guerra, por el bien espiritual y la promoción humana y social de los niños y los jóvenes. A todos recomendamos crecer y madurar sin cesar en la fe cristiana a través de la meditación de la Palabra de Dios, la docilidad a las enseñanzas de la Iglesia, la frecuencia asidua de sacramentos, especialmente de la Eucaristía, y el testimonio efectivo y concreto de amor a los hermanos que sufren o están necesitados. Con estos deseos imploramos abundantes gracias del cielo y os damos de corazón una bendición apostólica especial.

(A los participantes en un congreso de estudio)

Un saludo breve pero muy cordial a los directores de centros y a los presidentes de los organismos nacionales y regionales de formación profesional de matriz cristiana, agrupados en la CONFAP (Confederación Nacional de Enseñanza Profesional), que están celebrando en Roma una reunión de estudio. Hijos queridísimos, sabed que tenemos gran aprecio de vuestra tarea y vuestros esfuerzos; invocamos paternamente sobre todos vosotros y vuestros seres queridos la protección fecunda del Señor con la bendición apostólica.

(Al centro "Trinitá dei Monti")

Dedicamos un saludo muy cordial a las religiosas de la Trinitá dei Monti, a sus alumnas actuales y ex-alumnas, a los profesores y a las familias que les acompañan. Habéis querido darnos a conocer y hacernos partícipe de los gozos del 150 aniversario de vuestra presencia y actividad educadora en Roma. Gracias por ello; gracias asimismo por el excelente trabajo realizado ayer, hoy y, con seguridad, también mañana, en el terreno de la educación cristiana de los espíritus y los corazones, en el campo bien importante de la acogida a turistas y peregrinos jóvenes, y en la colaboración en la pastoral de nuestra diócesis de Roma. Encomendamos a Santa Magdalena Sofía Barat la obra de la Trinitá dei Monti y a todos los que activamente toman parte en ella. Con nuestra bendición apostólica.

(A una peregrinación de católicos suecos de la diócesis de Estocolmo)

Con gran placer acogemos esta mañana a un grupo de católicos de Suecia; es una peregrinación de la diócesis de Estocolmo presidida por el obispo Brandenburg. En vosotros saludamos a todos nuestros hijos e hijas de vuestra tierra. Pedimos al Señor Jesús que os confirme en su amor y os sostenga en la fe de Pedro y Pablo. Que tengáis el gran gozo de saber que sois parte importante de la Iglesia universal, y que el Papa os ama en el amor de Cristo.

(A la Misión oficial de las Fuerzas Armadas de Venezuela)

Saludamos con particular afecto a la Misión oficial de las Fuerzas Armadas Venezolanas, acompañada por mons. Augusto Ramírez Ponce, obispo auxiliar de Caracas. Sabemos, amadísimos hijos, que profesáis una gran devoción a la Virgen de Loreto. Que esta peregrinación a su santuario os haga sentir y vivir cada día más como hijos de Dios e hijos de la Iglesia. Con nuestra bendición apostólica para vosotros, vuestras familias y todos vuestros seres queridos.

(Resumen de la audiencia en castellano)

Amadísimos hijos e hijas: En este encuentro volvemos a poner una pregunta: ¿qué hace la Iglesia en el mundo de hoy? Y contestamos: la Iglesia enseña. Enseñar es una función propia de la Iglesia, como prueba la historia. Y es que la Iglesia debe enseñar algo que es de su competencia: la verdad religiosa. Esta es necesaria para la vida espiritual aquí y para la vida futura en la eternidad. Además es necesaria también para lograr convenientemente los objetivos temporales, si éstos han de apoyarse en principios sólidos. Al proclamar la verdad religiosa, la Iglesia no hace sino obedecer a Cristo, que ordenó a sus discípulos: "Id y enseñad a todas las gentes". Es una misión eclesial que desea dar un complemento espiritual en la formación del alumno y que busca unir a maestro y alumno en un coloquio completo, orgánico, animado por el amor. Es pues natural que nuestra palabra suene a apología de la escuela, pública o privada, a la que va nuestra simpatía, estima y aliento. Con nuestra bendición apostólica.

 

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana