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CLAUSURA DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II

PABLO VI

MENSAJE A LOS POBRES, A LOS ENFERMOS,
 A TODOS LOS QUE SUFREN

 

Para todos vosotros, hermanos que sufrís, visitados por el dolor en sus mil modos, el Concilio tiene un mensaje muy especial.

Siente fijos sobre él vuestros ojos implorantes, brillantes por la fiebre o abatidos por la fatiga, miradas interrogantes que buscan en vano el porqué del sufrimiento humano y que preguntan ansiosamente cuándo y de dónde vendrá el consuelo.

Hermanos muy queridos, sentimos profundamente resonar en nuestros corazones de padres y pastores vuestros gemidos y lamentos. Y nuestra pena aumenta al pensar que no está en nuestro poder el concederos la salud corporal, ni tampoco la disminución de vuestros dolores físicos, que médicos, enfermeros y todos los que se consagran a los enfermos se esfuerzan en aliviar lo más posible.

Pero tenemos una cosa más profunda y más preciosa que ofreceros, la única verdad capaz de responder al misterio del sufrimiento y de daros un alivio sin engaño: la fe y la unión al Varón de dolores, a Cristo, Hijo de Dios, crucificado por nuestros pecados y nuestra salvación.

Cristo no suprimió el sufrimiento y tampoco ha querido desvelarnos enteramente su misterio: El lo tomó sobre sí, y eso es bastante para que nosotros comprendamos todo su valor.

¡Oh vosotros que sentís más pesadamente el peso de la cruz! Vosotros que sois pobres y desamparados, los que lloráis, los que estáis perseguidos por la justicia, vosotros sobre los que se calla, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo; sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo paciente, y con El, si queréis, salváis al mundo.

He aquí la ciencia cristiana del dolor, la única que da la paz. Sabed que vosotros no estáis solos, ni separados, ni abandonados, ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen. En su nombre, el Concilio os saluda con amor, os da las gracias, os asegura la amistad y la asistencia de la Iglesia y os bendice.

8 de diciembre de 1965

 



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