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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A ASIA ORIENTAL, OCEANÍA Y AUSTRALIA

DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO EN MANILA*

Manila, Filipinas
Viernes 27 de noviembre de 1970

 

Señores:

Al venir a esta parte del mundo para encontrarNos con el episcopado católico de toda Asia, Nos agrada poder aprovechar esta ocasión para presentar Nuestros votos de prosperidad a vuestros respectivos pueblos. Muchos de entre ellos mantienen, por otra parte, relaciones muy cordiales con la Santa Sede.

Nos hemos emprendido este largo viaje que Nos llevará a diversos centros de la inmensa Asia e igualmente a Australia donde Nos debemos encontrar de nuevo la jerarquía católica de aquel continente, para cumplir Nuestra misión espiritual. Si, pues, Nuestro viaje no tiene ningún carácter político, ello quita que Nos saludemos con gran alegría las poblaciones de los distintos países por donde Nos pasamos y les ofrezcamos la seguridad del afecto y de la voluntad de servirles que animan a la Iglesia Católica, así como la profunda estima en que ella tiene la nobleza de sus tradiciones culturales y religiosas.

En la misma línea de nuestra responsabilidad pastoral, esperamos que nuestro viaje se manifieste también como un signo en favor de la paz y del progreso social. Nos hemos hecho de ello uno de los grandes objetivos de Nuestro pontificado y Nos oramos constantemente para que los corazones de los hombres, cualquiera que sea de la sociedad a la que pertenezcan, pero sobre todo el de los responsables, se abran a los sentimientos de paz, de solidaridad, de justicia social, de servicio al bien común. El desarrollo es el gran desafío de este decenio. Nuestra generación es la interpelada y es ella la que debe dar la respuesta: nosotros seremos juzgados por la generosidad de nuestro compromiso.

Vosotros, señores, que tenéis la bella misión de ser los hombres del diálogo, sed los artífices de la paz entre las naciones, porque la paz es el primer bien de todos: ella condiciona y perfecciona los demás. Sed, también, ante vuestros Gobiernos, los abogados de la mutua ayuda internacional en favor de los pueblos menos favorecidos, en nombre de nuestra fraternidad universal. «La solidaridad mundial, cada vez más eficiente, hemos dicho en nuestra Encíclica Populorum Progressio (n°65), debe permitir a todos los pueblos el llegar a ser ellos mismos los artífices de su destino... los pueblos más jóvenes o más débiles reclaman tener su parte activa en la construcción de un mundo mejor, más respetuoso de los derechos y de la vocación de cada uno. Este clamor es legítimo; a la responsabilidad de cada cual queda el escucharlo y el responder a él». Haciendo esto vosotros seréis beneméritos de la sociedad entera y Dios os bendecirá. Muy de corazón, Nos invocamos su divina asistencia sobre vuestras personas, vuestras familias, vuestros respectivos países y vuestros esfuerzos.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.49 p.8.

 



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