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 DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRESIDENTE DE RUANDA*

Lunes 17 de mayo de 1976

 

Señor Presidente:

Nos sentimos muy honrado por la visita que Nos hacéis hoy, ya que en vuestra persona acogemos al alto Representante de una nación que Nos es muy querida.

Le expresamos Nuestros mejores deseos de bienvenida a usted y a todos los miembros de su séquito. Su visita reviste un carácter familiar que Nos resulta muy agradable.

Nos queremos, en primer lugar, manifestarle nuestros sentimientos de satisfacción por el cordial entendimiento que reina entre su Gobierno y las comunidades cristianas de Ruanda. Esta comprensión y estima de las actividades de la Iglesia católica en su país son para nosotros un motivo de alegría, de consuelo y de acción de gracias. Señor Presidente, usted está convencido de que la Iglesia de Cristo tiene una misión esencialmente espiritual, consagrada al anuncio y a la realización de su mensaje de salvación. Pero, sin tener una finalidad específica en el orden social, aporta sin embargo una eficaz contribución, especialmente en el campo de la educación, de la asistencia sanitaria y hospitalaria, contribución que procede directamente de sus esfuerzos encaminados al desarrollo del hombre, dentro de un respeto creciente a su arraigo humano y cultural. Sí, la Iglesia aceptada y respetada en su misión propia quiere servir siempre y en todo a la comunidad nacional.

Nos queremos expresarle también Nuestros fervientes deseos por la prosperidad de Ruanda. Que todos sus hijos se sientan felices de vivir en ella, de colaborar para el desarrollo de todas sus potencialidades económicas, morales, espirituales, dentro de un afán de justicia nacional y de solidaridad – en la medida de lo posible – con las naciones más necesitadas. Que Dios le ayude, señor Presidente, a consolidar la paz y la concordia en su pueblo, con la paciencia y el valor de los auténticos artífices de la fraternidad entre los hombres. Estas son las palabras que Nos brotan del corazón con ocasión de su agradable visita. Se dirigen directamente a usted, pero usted se sentirá gozoso de podérselas transmitir a sus queridas gentes de Ruanda.

De todo corazón Nos invocamos sobre su persona y su elevada misión, sobre su familia y su nación, las abundantes bendiciones de Dios Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.21, p.8.



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