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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS OBISPOS DE LA VI Y VII REGIÓN PASTORAL
DE ESTADOS UNIDOS EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Viernes 26 de mayo de 1978

 

Venerables y amados Hermanos:

"Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo unigénito, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna; pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo sino para que el mundo sea salvo por El" (Jn 3, 16-17).

Hoy con vuestra presencia en la sede de Pedro confesáis con toda solemnidad de palabra y con obras que creéis firmemente en Jesucristo Hijo de Dios, y que vuestro ministerio está dedicado a su obra de salvación, a la salvación del mundo. Como obispos de la Iglesia católica habéis venido a celebrar de un modo especial la comunión de esta Iglesia universal. Estamos reunidos todos en el Espíritu Santo, nuestra reunión pastoral está bajo el signo de la fidelidad absoluta al "Pastor soberano" (IPe 5, 4) del rebaño. Para tener en este momento discernimiento más profundo de nuestra misión es conveniente que miremos al que ha dicho "Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10, 10).

Jesucristo Buen Pastor sigue siendo eternamente el modelo de nuestra acción pastoral. Somos sus discípulos y "bástale al discípulo ser como su maestro" (Mt 10, 25). Nuestro ministerio está calcado en el suyo. Hemos sido enviados a continuar en su nombre y por su poder la obra del Hijo único de Dios. Hemos sido enviados como Apóstoles a predicar el Evangelio de salvación, a proclamar la vida en Cristo, y a llevar finalmente a la familia humana a la plenitud de la vida eterna. Puesto que en el plan de Dios la persona entera está llamada a la vida eterna y esta vida ha comenzado ya en la tierra. nuestro ministerio abarca necesariamente el servicio a la vida humana en su totalidad.

Deseamos hablaros especialmente hoy de la vida para aseguraros nuestra cercanía en vuestros esfuerzos espléndidos, los esfuerzos conjuntos en favor de la vida, para ser fieles precisamente a vuestro llamamiento de Pastores del pueblo de Dios de los Estados de Ohio, Michigan y Minnesota. Asimismo por razón de solidaridad en la unidad, responsabilidad y méritos, que une a toda la jerarquía de vuestro país en este tema crucial, dedicamos estas palabras, no sólo a vosotros sino a la vez a todos los obispos de Estados Unidos, al igual que hicimos en la visita ad Limina de los obispos de Nueva York el mes pasado, y planeamos hacerlo en el futuro con la ayuda de Dios.

Os hablamos como quien ha sido llamado a confirmar a sus hermanos (cf Lc 22, 32), y a quien se ha dado por esta razón la autoridad suprema en la Iglesia de Jesucristo. Y así en su nombre, en el nombre de Jesucristo, os damos las gracias por vuestro ministerio al servicio de la vida. Sabemos que os habéis afanado para que las palabras del Buen Pastor se cumplan: "que tengan vida y la tengan sobreabundante". Muchos católicos —sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos— bajo vuestra guía se han unido a los numerosos proyectos encaminados a defender, cuidar y promover la vida humana.

Con la iluminación de la fe, el estímulo del amor y la conciencia de vuestra responsabilidad pastoral os habéis opuesto a cuanto hiere, debilita u ofende la vida humana. Vuestra caridad pastoral ha encontrado muchos modos de manifestarse con acierto en relación al tema de la vida, con medios dirigidos a proteger la vida en sus facetas múltiples. Os habéis esforzado en proclamar con los hechos que todos los aspectos de la vida humana son sagrados.

Por ello vuestros trabajos han buscado desterrar el hambre, iluminar situaciones vitales infrahumanas, organizar obras en favor de los pobres, los ancianos y las minorías. Habéis trabajado por mejorar el orden social en sí mismo. Sabemos igualmente que habéis ido señalando al mismo tiempo a vuestra gente la meta a que Dios los llama; la vida de arriba en Cristo Jesús (cf. Flp 3, 14)

Entre vuestras actividades múltiples al servicio de la vida hay una que en esta coyuntura de la historia merece sobre todas nuestra recomendación fuerte y nuestro apoyo firme; es la lucha continua contra lo que el Concilio Vaticano II llamó el "abominable crimen" del aborto (Gaudium et spes, 51). El menosprecio del carácter sagrado de la vida en el seno materno hiere la estructura misma de la civilización; prepara una mentalidad y hasta una actitud pública que pueden abocar a aceptar prácticas ofensivas de los derechos fundamentales del individuo. Esta mentalidad puede socavar por ejemplo el interés por los necesitados y manifestarse en insensibilidad ante las necesidades sociales; puede llevar al desprecio de los ancianos hasta el extremo de defender la eutanasia; puede preparar el camino a formas de manipulación genética que van contra la vida y cuyos riesgos no son aún completamente conocidos por el gran público.

Es muy alentador ciertamente ver el gran servicio que prestáis a la humanidad proclamando sin cesar ante vuestro pueblo el valor de la vida humana. Tenemos confianza en que apoyándoos en las palabras del Buen Pastor que impulsa vuestras actividades, continuaréis orientando y guiando en este terreno y sosteniendo a toda vuestra comunidad eclesial en su vocación al servicio de la vida.

Es también motivo que os honra ante el mundo entero el hecho de que en vuestro país muchos hombres y mujeres íntegros, de convicciones religiosas diferentes, se unan en el respeto profundo a las leyes del Creador y Señor de la vida, y estén procurando por todos los medios a su disposición, ante toda la historia, tomar posturas definitivas en favor de la vida.

Además, estamos convencido de que los esfuerzos hechos por salvaguardar los derechos humanos actualmente, van en beneficio de la misma vida. Todo lo que se propone desterrar la discriminación —en la ley o en la acción— fundada en "raza, origen, color, cultura, sexo o religión" (Octogesima adveniens, 16), es un servicio a la vida. Cuando se atienden los derechos de las minorías, cuando los minusválidos mentales o síquicos están atendidos, cuando se concede voz a los marginados de la sociedad, entonces en todos estos niveles están salvaguardadas la dignidad de la vida humana, la plenitud de la vida humana y la sacralidad de la vida humana. Y toda la labor que se hace en vuestras Iglesias locales en el campo de la enseñanza católica, educando según la justicia social y confrontando las varias cuestiones sociales relacionadas con la comunidad local, nacional o internacional, todo ello está al servicio de la vida. En particular toda colaboración prestada para mejorar el clima moral de la sociedad, para oponerse al permisivismo y al hedonismo, y toda ayuda a la familia, que es la fuente de vidas nuevas, defiende efectivamente los valores de la vida.

Sabemos que han comenzado a llevarse a la práctica en vuestro país varios proyectos coincidiendo con el décimo aniversario de la Humanae vitae, para explicar la planificación familiar natural de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Estas actividades enaltecen directamente la vida salvaguardando la dignidad e importancia de sus comienzos. Al defender la planificación familiar natural, la Iglesia da prueba de fidelidad al designio del Creador, y también al mismo tiempo, de fidelidad en servir a la persona humana que sigue siendo "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales" (Gaudium et spes, 25).

Sin embargo, vuestra misión al servicio de la vida humana llega a su culminación cuando lleva al pueblo a la plenitud de la vida eterna, que es la salvación en Cristo. A través de vuestro ministerio el Señor mismo ofrece a los fieles el pan de vida, que viene tanto de la Mesa de la Palabra de Dios, como del Cuerpo de Cristo (Dei Verbum, 21). Y según la promesa de Cristo, quien come de este Pan tiene ya la vida eterna (cf. Jn 6, 54).

Os exhortamos a ir adelante fiel y confiadamente en los momentos de esperanza, en las dificultades, y en los desafíos de vuestro ministerio, en comunión con la Iglesia universal, llevando a vuestro pueblo por el sendero de la vida. Recordad que Cristo nos dijo: "Yo estaré con vosotros siempre" (cf. Jn 28, 20).

Queridos hermanos en Cristo: ¿Por qué os hablamos de todo esto? Por la importancia vital que tiene el tema de la vida para orientar vuestro ministerio. Pero también para que reunidos en el Espíritu Santo podamos experimentar juntos el gozo de la vida en Cristo y la alegría de ser Apóstoles de quien es la misma Vida. Y oramos para que a través del poder del Espíritu Santo, continuéis preparando en vuestras Iglesias locales tina plenitud exuberante de gozo cristiano entre vuestra gente, gozo basado en la convicción profunda de que Dios ha enviado a su Hijo a traer la vida eterna para que el mundo se salve por El.

Con estos sentimientos. Hermanos, y con gran afecto en el Señor os felicitamos y os damos nuestra bendición para todas vuestras diócesis; a vuestro clero, religiosos, seminaristas y laicos. "La paz a todos vosotros los que estáis en Cristo", (1 Pe 5 14).

 

 



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