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DISCURSO DEL SANTO PADRE  BENEDICTO XVI
A LOS ARZOBISPOS METROPOLITANOS


Sala Pablo VI
Sábado 30 de junio de 2007

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra acogeros a todos vosotros, familiares y amigos de los arzobispos metropolitanos a los que tuve la alegría de imponer el palio ayer en la basílica vaticana, durante una solemne celebración en la que recordamos a los apóstoles san Pedro y san Pablo. Nuestro encuentro quiere ser, en cierto modo, la prolongación del intenso clima de comunión eclesial que vivimos ayer. En efecto, la diversa procedencia de los arzobispos metropolitanos expresa bien la universalidad de la Iglesia, cuyos miembros, en todas las partes de la tierra, anuncian el Evangelio en distintas lenguas y profesan la única fe de los Apóstoles, que nunca ha cambiado. Os saludo cordialmente a cada uno de vosotros, venerados y estimados hermanos metropolitanos, y juntamente con vosotros  saludo a los fieles que os han acompañado  en  vuestra peregrinación a la tumba de los Apóstoles. Envío, además, un saludo afectuoso también a vuestras comunidades diocesanas de procedencia.

Dirijo mi saludo, en primer lugar, a vosotros, queridos pastores de la Iglesia que está en Italia. Lo saludo a usted, monseñor Angelo Bagnasco, al que he llamado a suceder al cardenal Tarcisio Bertone, mi secretario de Estado, como arzobispo de Génova, y a presidir la Conferencia episcopal italiana. Lo saludo a usted, monseñor Calogero La Piana, arzobispo de Mesina-Lípari-Santa Lucía del Mela; y a usted, monseñor Paolo Romeo, arzobispo de Palermo. Jesús, el buen Pastor, os ayude, en vuestro ministerio episcopal, a edificar en la caridad las comunidades diocesanas encomendadas a vuestra solicitud pastoral, ayudándolas a ser siempre Iglesias vivas, llenas del dinamismo de la fe y de espíritu misionero.

Con alegría saludo a los peregrinos venidos de Francia, África y Canadá para acompañar a los nuevos arzobispos metropolitanos, a los que me alegra haber impuesto el palio, signo de una gran comunión con la Sede apostólica. Saludo en particular a monseñor Robert Le Gall, arzobispo de Toulouse (Francia); a monseñor Barthélémy Djabla, arzobispo de Gagnoa (Costa de Marfil); a monseñor Paul-Siméon Ahouanan Djro, arzobispo de Bouaké (Costa de Marfil); a monseñor Evariste Ngoyagoye, arzobispo de Bujumbura (Burundi); a monseñor Gerard Pettipas, arzobispo de Grouard-McLennan (Canadá); y a monseñor Pierre d'Ornellas, arzobispo de Rennes (Francia).
Transmitid mi saludo a los pastores y a todos los fieles de vuestros países, asegurándoles la oración del Papa. Que las cruces que los arzobispos metropolitanos llevan en su palio recuerden a los miembros de las diferentes comunidades cristianas que deben testimoniar, con la palabra y con toda su vida, a Cristo resucitado, con una fidelidad cada vez mayor a la Iglesia, convirtiendo a todos los católicos en misioneros del Evangelio en los lugares donde viven.

Dirijo un cordial saludo a los arzobispos metropolitanos de lengua inglesa, a los que impuse el palio ayer:  mons. Dominic Lumon, arzobispo de Imphal (India); mons. Douglas Young, arzobispo de Mount Hagen (Papúa Nueva Guinea); mons. Cyprian Kizito Lwanga, arzobispo de Kampala (Uganda); mons. Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India); mons. Romulo Geolina Valles, arzobispo de Zamboanga (Filipinas); mons. Filipe Neri António Sebastião do Rosário Ferrão, arzobispo de Goa y Damão (India); mons. Paul R. Ruzoka, arzobispo de Tabora (Tanzania); mons. Thomas Christopher Collins, arzobispo de Toronto (Canadá); mons. Albert D'Souza, arzobispo de Agra (India); mons. Richard William Smith, arzobispo de Edmonton (Canadá); mons. Terrence Thomas Prendergast, arzobispo de Ottawa (Canadá); mons. Brendan Michael O'Brien, arzobispo de Kingston (Canadá); mons. Buti Joseph Tlhagale, arzobispo de Johannesburgo (Sudáfrica); mons. Joseph Edward Kurtz, arzobispo de Louisville (Estados Unidos); y mons. Leo Cornelio, arzobispo de Bhopal (India). También saludo a los miembros de sus familias, a sus parientes y amigos, y a los fieles de sus respectivas archidiócesis, que han venido para acompañarlos en Roma en esta feliz ocasión.

Los arzobispos llevan el palio como un signo externo de su comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro en el gobierno del pueblo de Dios. El palio representa también la carga del oficio episcopal, recordando el deber de los fieles de apoyar a los pastores de la Iglesia con sus oraciones y de cooperar generosamente en la transmisión del Evangelio y en el crecimiento de la Iglesia de Cristo en la verdad, la unidad y la santidad. Queridos amigos, que vuestra peregrinación a las tumbas de san Pedro y san Pablo os confirme en la fe católica que viene de los Apóstoles. A todos os imparto afectuosamente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.

Saludo con afecto a los arzobispos de lengua española y a quienes los han acompañado en la solemne ceremonia de la imposición del palio. Me refiero a los arzobispos José Antonio Eguren Anselmi, de Piura; Javier Augusto del Río Alba, de Arequipa; Rafael Romo Muñoz, de Tijuana; José Guadalupe Martín Rábago, de León; Pedro Aranda Díaz-Muñoz, de Tulancingo; Rogelio Cabrera López, de Tuxtla Gutiérrez; Ricardo Ezzati Andrello, de Concepción; Orlando Antonio Corrales García, de Santa Fe de Antioquia; Dionisio Guillermo García Ibáñez, de Santiago de Cuba; Reinaldo Del Prette Lissot, de Valencia en Venezuela; Hipólito Reyes Larios, de Jalapa y Óscar Julio Vian Morales, de Los Altos, Quetzaltenango-Totonicapán.

Estos nuevos pastores metropolitanos, al recibir esta insignia pontifical, sienten el deber de fomentar estrechos vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y entre sus diócesis sufragáneas, para que resplandezca la figura de Cristo. A los fieles y amigos que los acompañáis os ruego que sigáis cercanos a ellos con la oración y con una colaboración generosa y leal, para que en su misión cumplan siempre la voluntad de Dios. Pido a la Virgen María, tan querida y venerada en Latinoamérica, que siga protegiendo el ministerio pastoral de estos arzobispos y derrame su amor materno sobre los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles de sus arquidiócesis. A todos mi cordial saludo, junto con mi bendición apostólica.

La Iglesia en Brasil se alegra hoy porque las sedes arzobispales y los arzobispos de Maceió, mons. Antônio Muniz Fernandes; de Montes Claros, mons. José Alberto Moura; de São Paulo, mons. Odilo Pedro Scherer; de Diamantina, monseñor João Bosco Oliver de Faria; y de Mariana, monseñor Geraldo Lyrio Rocha, están de fiesta en esta ocasión de la solemne imposición del palio. Por eso, quiero saludar con afecto a vuestras Iglesias particulares y a los sacerdotes, religiosos y familiares que os acompañan, deseando que esta significativa celebración ayude a reforzar la unidad y la comunión con la Sede apostólica, estimulándoos a una generosa dedicación pastoral para el crecimiento de la Iglesia y la salvación de las almas.

Saludo cordialmente a todos los polacos aquí presentes. Saludo a los nuevos arzobispos metropolitanos de Varsovia y Bialystok:  Kazimierz Nycz y Edward Ozorowski, que ayer recibieron el palio. Saludo a sus seres queridos y a todos los fieles de sus sedes metropolitanas. El palio es signo de comunión de los pastores con el Obispo de Roma y con todo el Colegio de los obispos. Que esta comunión reine también en vuestras comunidades locales. Rezad por vuestros pastores y por su servicio.

Saludo con afecto a monseñor Csaba Ternyák, que, después de diez años de servicio directo a la Santa Sede, ha sido llamado a ser pastor de la ilustre archidiócesis de Eger, en Hungría. El palio es signo del vínculo particular que todo arzobispo metropolitano mantiene con el Sucesor de Pedro. Al nuevo metropolitano, y a todas las personas que lo acompañan, imparto de corazón mi bendición. Alabado sea Jesucristo.

Queridos hermanos y hermanas, la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, con sus sugestivas celebraciones, nos ayuda a profundizar nuestra comunión eclesial. Pidamos al Señor que los pastores estemos cada vez más firmemente unidos entre nosotros y con los sacerdotes, los religiosos y todo el pueblo cristiano. Que nos haga un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4, 32). Que nos obtengan este don la Madre celestial de Dios y los apóstoles san Pedro y san Pablo. A su protección os encomiendo a vosotros, a los fieles que os acompañan y a vuestras comunidades diocesanas. Con estos sentimientos, os imparto de corazón mi bendición.



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