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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES AL COLOQUIO ECUMÉNICO PAULINO

Sala del Concistorio
Jueves, 14 de septiembre de 2023

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Reverendísimo padre Abad, ilustres profesores, queridos estudiosos, ¡buenos días a todos!

Os doy las gracias por vuestra visita, que se desarrolla mientras estáis reunidos aquí en Roma, en el espléndido marco de la Basílica de san Pablo extra muros, para el Coloquio Ecuménico Paulino. Esta iniciativa, nacida poco después del Concilio Vaticano II  de un grupo de estudiosos procedentes de una decena de países y de varias tradiciones cristianas, ha llegado a la 20º edición. Podéis pues presumir de un intenso camino de estudios y de investigación que, gracias a vuestra competencia y a vuestra pasión, ha contribuido al conocimiento bíblico y espiritual de las Cartas del apóstol de las gentes. Se trata de un evento aún más importante en cuanto que los coloquios tienen lugar entre Confesiones cristianas diferentes, y vosotros mismos, apasionados estudiosos de Pablo, procedéis de varias naciones, llevando con vosotros no solo la especificidad de los estudios, sino también la originalidad de la cultura de origen y la vida de fe de la comunidad cristiana a la que pertenecéis.

Esta – quisiera decir – es la gran contribución del Colloquium : el encuentro entre cristianos diferentes entre ellos, pero unidos por la sabiduría del magisterio paulino; el diálogo entre puntos de partida diferentes, que buscan un terreno común a partir de la Escritura; el debate exegético riguroso y científico, que encuentra el propio cauce vital en un contexto de oración y de espiritualidad, para que emerja la belleza del epistolario del apóstol y su importancia para la vida cristiana y eclesial.

Hay por tanto algo de valiente y de profético en vuestra iniciativa. Está la valentía de superar las barreras de la desconfianza, que a menudo surgen cuando somos llamados a encontrar al otro, y todavía más cuando el otro tiene una tradición diferente de la mía. Y después está la profecía ecuménica, la de la sana “impaciencia del Espíritu” a la que todos nosotros somos llamados, para que proceda el camino hacia la plenitud de la unidad y no disminuya el compromiso en el testimonio. Si a lo largo de la historia las divisiones han sido motivo de sufrimiento, hoy debemos comprometernos para invertir la ruta, avanzando en recorridos de unidad y de fraternidad, que empiezan precisamente rezando, estudiando y trabajando juntos.

Vuestro deseo de profundizar en las Cartas del apóstol, la aportación de vuestros estudios, el valor de las contribuciones que os estáis intercambiando y que después publicaréis, este año se concentran en los capítulos 9-11 de la Carta a los Romanos.

Se trata de una exposición extraordinaria del misterio de la salvación, porque pone en relación – y por eso en diálogo – los dones y la llamada de Dios para Israel, que el apóstol define «irrevocables» (Rm  11,29), con la esperanza del Evangelio. El apóstol nos entrega un mensaje de fundamental importancia, que representa todavía ese fundamento sobre el que no solamente profundizar los estudios bíblicos, sino también continuar cultivando el diálogo ecuménico: Dios no deja de cumplir sus promesas de salvación y las lleva adelante con paciencia, también a través de caminos impensables y sorprendentes. Pero la certeza de fondo es que «el creyente puede confiar en la misericordia y las promesas de Dios. A pesar de su propia flaqueza y de las múltiples amenazas que acechan su fe, en virtud de la muerte y resurrección de Cristo puede edificar a partir de la promesa efectiva de la gracia de Dios» (Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación entre Iglesia católica y Federación Luterana Mundial , n. 34).

Queridos, sobre este fundamento de esperanza deseo sostener vuestro valioso trabajo. Es hermoso que prosigáis en el diálogo académico, bíblico, espiritual y fraterno, y que pongáis en círculo la riqueza original de la que cada uno es portador. Seguid, por favor, vuestra búsqueda bíblica con rigor y competencia, pero dejáis también y sobre todo sorprender por los innumerables recursos espirituales contenidos en las Cartas paulinas, para ofrecer a las Comunidades cristianas “palabras nuevas” capaces de comunicar la bondad misericordiosa del Padre, la actualidad de la salvación de Cristo, la esperanza renovadora del Espíritu.

Que a través de vuestro trabajo, a menudo cansado y escondido, pueda crecer entre los creyentes el espíritu ecuménico, espíritu de diálogo y de fraternidad que ayuda el común camino de búsqueda del Señor. El camino ecuménico. Una vez, a un gran teólogo ortodoxo, le hicieron esta pregunta: “¿Qué piensa de la unidad de los cristianos? ¿cómo va? ¿cuándo será el momento de la plena unidad? Y ese buen teólogo, que falleció hace algunos meses, dijo: “Yo sé cuándo habrá plena unidad: ¡el día después del juicio final!” [ríen]. Esto no quita la esperanza: mientras tanto debemos caminar juntos, rezar juntos y trabajar juntos. El verdadero ecumenismo se hace en camino: no hay que tener miedo de caminar, de caminar con los otros, con la confianza en los otros; y en el servicio: servir a los pobres, ayudar a las comunidades cristianas y también a las no cristianas. Camino y servicio: id adelante así.

Gracias, por tanto, por todo lo que hacéis y por el compromiso de estos días. Os recuerdo y vosotros, por favor, rezad por mí. Y ahora os invito, juntos, a rezar el Padre Nuestro, cada uno en la propia lengua.

 

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L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, Año LX, número 34, Viernes, 15 de agosto de 2023, p. 4.



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