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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A TORONTO, CIUDAD DE GUATEMALA Y CIUDAD DE MÉXICO

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Aeropuerto internacional de Toronto
Martes 23 de julio de 2002

 

Honorable señor primer ministro Jean Chrétien;
amadísimos amigos canadienses:

1. Le agradezco profundamente, señor primer ministro, sus palabras de bienvenida y me siento muy honrado por la presencia del primer ministro de Ontario, del alcalde de la gran ciudad de Toronto, y de otros distinguidos representantes del Gobierno y de la sociedad civil. A todos les expreso sinceramente mi gratitud por haber aceptado favorablemente la idea de acoger la Jornada mundial de la juventud en Canadá, y por todo lo que se ha llevado a cabo para que se hiciese realidad.

Amadísimos canadienses, guardo vivos los recuerdos de mi primer viaje apostólico, en 1984, y de mi breve visita, en 1987, a los pueblos indígenas de la tierra de Denendeh. Esta vez solamente podré visitar Toronto. Desde este lugar saludo a todos los ciudadanos de Canadá. Os tengo presentes en mis oraciones de acción de gracias a Dios, que ha bendecido tan abundantemente vuestro vasto y espléndido país.

2. Se están reuniendo aquí jóvenes de todas las partes del mundo para la Jornada mundial de la juventud. Con sus dones de inteligencia y corazón, representan el futuro del mundo. Pero también llevan los signos de una humanidad que con mucha frecuencia no conoce ni paz ni justicia.

Demasiadas vidas comienzan y terminan sin alegría, sin esperanza. Esta es una de las principales razones de la Jornada mundial de la juventud. Los jóvenes se están reuniendo para comprometerse, con la fuerza de su fe en Jesucristo, a servir a la gran causa de la paz y la solidaridad humana.

¡Gracias, Toronto! ¡Gracias, Canadá, por la acogida que les brindas con los brazos abiertos!

3. En la versión francesa de vuestro himno nacional, "Oh Canadá", cantáis: "Dado que tu brazo sabe blandir la espada, sabe llevar la cruz...". Los canadienses son herederos de un humanismo extraordinariamente rico, gracias a la fusión de muchos elementos culturales diversos. Pero el núcleo de vuestra herencia es la visión espiritual y trascendente de la vida, basada en la Revelación cristiana, que ha dado un impulso vital a vuestro desarrollo de sociedad libre, democrática y solidaria, reconocida en todo el mundo como paladina de los derechos humanos y de la dignidad humana.

4. En un mundo de grandes tensiones éticas y sociales, y de confusión con respecto a la finalidad misma de la vida, los canadienses tienen un tesoro incomparable para ofrecerlo como su contribución. Sin embargo, deben conservar lo que es profundo, bueno y válido en su herencia. Pido a Dios que la Jornada mundial de la juventud brinde a todos los canadienses una oportunidad para recordar los valores que son esenciales para una vida buena y para la felicidad humana.

Señor primer ministro; ilustres autoridades; queridos amigos, ¡ojalá que el lema de la Jornada mundial de la juventud resuene para todo el país, recordando a cada cristiano la tarea de ser "sal de la tierra y luz del mundo"!

¡Dios os bendiga! ¡Dios bendiga a Canadá!



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