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 PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
PARA LA FESTIVIDAD DE SAN MARCOS*

Domingo 24 de abril de 1960

 

Queridos hijos:

El nombre de San Marcos es motivo de alegría para nuestro corazón; evoca y suscita felices recuerdos de nuestra actividad de obispo. Por tanto, parece natural añadir una palabra después de la recitación de la Antífona mariana pascual y antes de la Bendición.

Marcos, discípulo de Pedro y Pablo, aprendió de uno y otro la doctrina de Jesús. Esta es la síntesis de su carrera apostólica; el principio y el fin de su vocación. Pero sobre todo se le saluda como discípulo e "intérprete de Pedro". Aquí arriba, pues, en la colina Vaticana, junto al sepulcro del Príncipe de los Apóstoles, el nombre del Evangelista resuena con gran júbilo, como para renovar su testimonio, para evocar de nuevo el Evangelio, que de la mente inspirada y del corazón de Pedro fluyó a su pluma.

La fiesta de hoy sugiere, pues, el que os dirijamos, queridos hijos, un saludo familiar y afectuoso, que es augurio de paz; que es proclamación solemne de aquella armonía interior de cada uno de los hombres, de aquella ordenada convivencia social, de aquella caridad fraterna y entrega honrada y genero de cada uno al cumplimiento de sus deberes, en las que florece la paz de Cristo. «Pax et Evangelium!».

Dirigiendo la mirada al amplio horizonte, no deja de haber motivos de temor y sufrimiento, pero también de confianza en la ayuda de Dios, y Nos repetimos el deseo, como lo experimentamos en las efusiones de nuestras oraciones de esta mañana: Pax et Evangelium!

Para todas las gentes, para los pueblos que anhelan el remate de sus legítimas conquistas; para las naciones sujetas a las comprensibles incertidumbres del progresivo encaminamiento a un nivel de vida más elevado; para las instituciones y asociaciones que deben conciliar intereses opuestos sin perder de vista los supremos valores del hombre, las dos misteriosas palabras resuenan persuasivas y estimulantes para la buena voluntad y el bien obrar: Pax et Evangelium! Paz y Evangelio.

De este modo os saludamos, queridos hijos aquí presentes, deseándoos una feliz estancia en Roma; así bendecimos a vuestras personas y a cuantos os están más cerca y son más queridos de vuestro corazón.


* Discorsi, messaggi, colloqui, Vol. II, pags. 316-317.

 

 



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