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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO
EN EL 750° ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN
DE SAN ESTANISLAO, PATRONO DE POLONIA

 

A la archidiócesis de Cracovia
y a la Iglesia en Polonia

"Beatum Stanislaum episcopum digne sanctorum catalogo duximus ascribendum":  "Hemos considerado digno inscribir en el catálogo de los santos al beato Estanislao, obispo". Con estas palabras, el 17 de septiembre de 1253, mi venerado predecesor el Papa Inocencio IV confirmó el acto de canonización del mártir de Cracovia, ordenando al mismo tiempo que su memoria se celebrara cada año el 8 de mayo. La Iglesia en Polonia, con alegría imperecedera y con devoción, ha cumplido esa orden, venerando al santo patrono de toda la nación. Lo hace de modo particularmente solemne este año, en el que se celebra el 750° aniversario de su canonización. Por tanto, de todo corazón quiero unirme a las celebraciones de este jubileo y expresar mi unión con el clero y con los fieles de la Iglesia de Cracovia y de toda Polonia, que se reúnen ante la tumba de san Estanislao para alabar a Dios por todas las gracias que, por su intercesión, ha recibido la nación polaca a lo largo de los siglos.

El recuerdo del ministerio de san Estanislao en la sede de Cracovia, que duró sólo siete años, y especialmente el recuerdo de su muerte, acompañó siempre a lo largo de los siglos la historia de la nación y de la Iglesia en Polonia. Y en esta memoria colectiva el santo obispo de Cracovia ha permanecido como patrono del orden moral y del orden social en nuestra patria.

Como obispo y pastor anunció a nuestros antepasados la fe en Dios, injertó en ellos, mediante el santo bautismo, la confirmación, la penitencia y la Eucaristía, la fuerza salvífica de la pasión y de la resurrección de Jesucristo. Enseñó el orden moral en la familia fundada en el matrimonio sacramental. Enseñó el orden moral dentro del Estado, recordando incluso al rey que en su actuación debía tener presente la inmutable ley de Dios. Defendió la libertad, que es el derecho fundamental de todo hombre y que ningún poder, sin violar el orden establecido por Dios mismo, puede quitar a alguien sin motivo. En los albores de nuestra historia, Dios, Padre de los pueblos y de las naciones, nos manifestó, por medio de este santo patrono, que el orden moral, el respeto de la ley de Dios y de los justos derechos de todo hombre, es la condición fundamental de la existencia y del desarrollo de toda sociedad.

La historia hizo que san Estanislao fuera patrono también de la unidad nacional. Cuando, en 1253, llegó para los polacos la canonización del primer hijo de su tierra, Polonia estaba experimentando dolorosamente la división en ducados regionales. Y precisamente la canonización impulsó a los príncipes de la dinastía de los Piast, que estaba en el poder, a reunirse en Cracovia para compartir, ante la tumba de san Estanislao y en el lugar de su martirio, la alegría común por la elevación de un compatriota suyo a la gloria de los altares en la Iglesia universal. Todos vieron en él al patrono e intercesor ante Dios. Le encomendaron las esperanzas de un futuro mejor para la patria. De la piadosa tradición que narra que el cuerpo de san Estanislao, asesinado y destrozado, se unió nuevamente, nació la esperanza de que la Polonia de los Piast superaría la división dinástica y volvería como Estado a una unidad duradera. En la perspectiva de aquella esperanza, desde la canonización, el santo obispo de Cracovia fue elegido como patrono principal de Polonia y padre de la patria.

Sus reliquias, conservadas en la catedral de Wawel, recibían la veneración religiosa de toda la nación. Esa veneración cobró un nuevo significado durante la repartición, cuando desde el otro lado de las barreras, especialmente de Silesia, llegaban allí los polacos para venerar esas reliquias que recordaban el pasado cristiano de la Polonia independiente. Su martirio se convirtió en el testimonio de la madurez espiritual de nuestros antepasados y adquirió una elocuencia particular para la historia de la nación. Su figura era el símbolo de la unidad, que ya no se construía sobre la base del territorio de un Estado independiente, sino sobre la base de los valores perennes y de la tradición espiritual, que constituían el fundamento de la identidad nacional.

San Estanislao fue también patrono de la lucha por la supervivencia de la patria durante la segunda guerra mundial, cuyo final en nuestra tierra coincide con su fiesta en el mes de mayo. Desde lo alto del cielo participó en las pruebas de la nación, en sus sufrimientos y sus esperanzas. En los difíciles tiempos de la reconstrucción posbélica del país y de la opresión por parte de las ideologías enemigas, la nación, sostenida por su intercesión, obtuvo victorias y realizó esfuerzos orientados a una renovación social, cultural y política. Desde hace siglos a san Estanislao se le considera artífice de la verdadera libertad y maestro de una unión creativa entre la lealtad a la patria terrena y la fidelidad a Dios y a su ley, síntesis que se realiza en el alma de todo creyente.

Pío XII, en su carta con ocasión del 700° aniversario de la canonización, escribió sobre él:  "Vuestro pueblo tuvo un pastor que dio su vida por las ovejas, defendiendo la fe cristiana y la moral, y con su sangre fecundó aún más las semillas del Evangelio así sembradas. Se distinguió por dar un ejemplo luminoso de la fuerza cristiana, confiando en la divina Providencia. San Estanislao, que se caracterizó por una profunda piedad para con Dios y por el amor al prójimo, destacó por su solicitud hacia la grey que le había sido encomendada, y hasta el fin de su vida no deseó otra cosa que reproducir en sí del modo más perfecto la imagen del divino Pastor".

Cito estas palabras para señalar a los pastores de hoy, obispos y sacerdotes, el modelo que hay que imitar. En efecto, también hoy se necesita valentía para transmitir y defender el santo depósito de la fe y, al mismo tiempo, el amor de Dios que se manifiesta en una incesante solicitud en favor del hombre, de todo hijo de Dios expuesto a las adversidades que parecen apagar la luz de la esperanza de la victoria de la verdad, del bien y de la belleza, y de un futuro mejor en la realidad temporal y en la felicidad eterna en el reino de Dios. Que el ejemplo del amor generoso de san Estanislao ilumine siempre a los pastores de la Iglesia en Polonia.

Estanislao de Szczepanów ha inspirado a numerosos santos y beatos en nuestra tierra polaca. Existe un profundo vínculo espiritual entre la figura de este gran patrono de Polonia y numerosos santos y beatos, que han dado una gran contribución de bien y de santidad en la historia de nuestra patria. Un signo de este vínculo es la costumbre de llevar en procesión a la iglesia de Skalka las reliquias de los santos polacos. Los santos encontraron en el obispo de Cracovia un ejemplo del heroísmo de la fe, de la esperanza y de la caridad, que se realiza cada día y adquiere la forma del heroísmo diario. Esta cadena de santidad, cuyo primer eslabón en tierra polaca es san Estanislao, no puede interrumpirse. Es preciso que todos nosotros, hijos de la tierra polaca, nos sintamos responsables de su prolongación y la transmitamos a las generaciones futuras como el tesoro más valioso. Este es el desafío que san Estanislao lanza hoy a todos los fieles:  creced en la santidad.

Construid el edificio de vuestra vida sobre la roca de la gracia divina, sin escatimar esfuerzos, para que su solidez se funde en la fidelidad a Dios y a sus mandamientos.

San Estanislao testimonia con elocuencia que en Jesucristo el hombre está llamado a la victoria. Ojalá que en todo polaco se realice esta victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio y de la unidad sobre las divisiones. Pido a Dios que el clero y los laicos de Polonia sean cada vez más santos y transmitan el patrimonio de la santidad a las nuevas generaciones en el tercer milenio.

La Iglesia en Polonia quiere vivir todo este año como año de san Estanislao. Por eso, he decidido también que en el jubileo del 750° aniversario de su canonización se pueda obtener la gracia de la indulgencia plenaria según las condiciones habituales, durante la visita a su tumba en la catedral de Wawel y al lugar de su muerte, en Skalka.

A quienes quieran aprovechar este don y a todos los devotos de san Estanislao en Polonia y en el mundo, imparto de corazón mi bendición apostólica.

Vaticano, 8 de mayo de 2003

JUAN PABLO II



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