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CARTA DEL PAPA JUAN XXIII
AL MAESTRO GENERAL DE LOS DOMINICOS
EN EL V CENTENARIO DE LA CANONIZACIÓN
DE SANTA CATALINA DE SIENA
*

 

A nuestro querido hijo
Miguel Browne
Maestro General de la Orden de Predicadores.

Querido hijo: salud y Bendición Apostólica.

Este año se cumple el quinto centenario de la canonización de Santa Catalina de Sena por Pío II, lo cual se llevó a cabo con inusitada magnificencia en la Basílica Vaticana, terminado el proceso, según la tradicional costumbre, que en Venecia —lo cual nos es muy grato recordar— se había incoado felizmente. Evocar todo esto en devoto homenaje será para la Orden de Predicadores no sólo un deber sino también una alegría, puesto que, inflamada y movida por la inspiración y espíritu de Santo Domingo, esta santa Virgen es honra y eximio ornato de la familia religiosa que diriges. Y no dudamos de que con tus exhortaciones y disposiciones, querido hijo nuestro, se realicen inteligente y provechosamente los proyectos adecuados para conmemorar tal efemérides.

A Santa Catalina se pueden aplicar perfectamente las palabras del Apóstol San Pablo: "Dios elige a los débiles para confundir a los fuertes" (1 Cor. 1, 27). Aunque no podía vanagloriarse de la nobleza de su linaje ni de haber aprendido de los hombres la ciencia divina y humana ni conseguido el favor de los poderosos, de origen humildísimo pero resplandeciendo con la virtud de la Divina Gracia, pues para ella fue siempre un deber secundarla, alcanzó tan alto grado de virtud que sus hechos se narraron en los anales de los pueblos y príncipes (Ps. 86, 6). Y, siendo ignorante, se granjeó la admiración de los sabios. En tiempos tan agitados defendió la autoridad de la Sede Apostólica y luchó porque el Romano Pontífice dejara Aviñón y volviese a Roma. Fue embajadora y mediadora de paz en las guerras civiles; las cartas y el opúsculo, que lleva por titulo Diálogo sobre la Divina Providencia, todavía en vida, atrajo hacia sí a multitud de hombres y mujeres deseosos de aprender su mística doctrina, que todavía para las futuras generaciones es y será amenísimo jardín divino donde los secretos misterios, las sublimes virtudes y amables exhortaciones despiden suave fragancia. Estas obras demuestran claramente su devoción a la Santísima Eucaristía y la meditación sobre los sufrimientos y dolores de Jesucristo, cuyas llagas llevó en su carne y su veneración por el Sacratísimo Corazón de Jesús y su preciosa Sangre y las santos pensamientos que tan profusamente sacaba de ellos

Sí la oración de Santa Catalina fue tan poderosa ante Dios, si derramó tantos beneficios sobre los hombres de su tiempo, si su corazón de fortaleza varonil no desmayó ante tantas calamidades y males, fue porque, cual verdadera mujer fuerte, estuvo dotada profusamente de los dones de la divina gracia y de encendida caridad, para la cual nada había imposible ni dejaba de emprender nada con el fin de que la salvación y hermosura de las almas redundase en gloria del Creador.

De las Letras Apostólicas, expedidas y selladas con motivo de la canonización, se desprende que "Increpaba a los pecadores y los movía a penitencia con amables palabras. A todos exhortaba con alegría a la salvación. Con rostro alegre enseñaba a todos el camino a seguir, a huir del mal. Reconciliaba, con gran celo, a los enemigos. Desterró muchos odios y aplacó mortales enemistades... Fue muy grata a los Pontífices Gregorio XI y Urbano VI, hasta el punto de enviarla como legada y conceder numerosas gracias espíritules" (Bullarium Romanum, t. V, 1860, p. 164).

Con razón, pues, colocada visiblemente ere lo alto del candelero de la Iglesia por los Romanos Pontífices para iluminar a todos los que están en la casa (Matth. 5, 15), se le encomendó la protección de todo lo que más querían: Pío IX la declaró celestial Patrona de la Ciudad de Roma; San Pío X, de las mujeres de Acción Católica Italiana; Pío XII, de Italia y el mismo Pío XII, de las enfermeras italianas.

Conviene, pues, que dicho quinto centenario se celebre solemnemente, sobre todo con el celo y solicitud de la familia religiosa de Santo Domingo. Evóquense los fastos de esta Santa, léanse sus anales. Los jóvenes de ambos sexos, los ancianos y los niños de todas clases y condiciones, los nobles y plebeyos, especialmente los habitantes de Sena, que se glorían, con razón, de tenerla por paisana, y de modo particular toda Italia acojan a este astro amigo, admiren su esplendor y atractivo de sublime santidad, imploren su benigna ayuda, para que, huyendo de los vicios y errores, brillen días felices de un futuro mejor.

Invocando el auxilio divino para que todo lo dirijáis y realicéis en aumento y provecho de la fe católica, a ti, querido hijo nuestro, a tus hermanos en religión y a todos los que celebren devotamente el quinto centenario de la canonización de Santa Catalina de Sena, impartimos de corazón la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 20 de julio de 1961, tercer año de nuestro Pontificado.

IOANNES PP. XXIII

 


* AAS LIII (1961) 555- 557.



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